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Obtengan una vida

Charla fogonera del Sistema Educativo de la Iglesia

Centro Marriott, Universidad Brigham Young, Provo, Utah

3 de enero de 1993


Jayne B. Malan, Ardeth G. Kapp y Elaine L. Jack

Jayne B. Malan, Ardeth G. Kapp y Elaine L. Jack, Presidencia General de las Mujeres Jóvenes. 1989. La hermana Kapp sirvió como Presidenta General de las Mujeres Jóvenes entre 1984 y 1992. Esta presidencia supervisó la creación del lema y de los valores de las Mujeres Jóvenes, y actualizó el programa del Progreso Personal. La hermana Jack fue Presidenta General de la Sociedad de Socorro entre 1990 y 1997. En esta imagen, de izquierda a derecha, las hermanas Malan, Kapp y Jack. (Biblioteca de Historia de la Iglesia, Salt Lake City).

Elaine Low Jack (n. 1928) creía que el cierto grado de independencia que ella daba a su labor en la Iglesia se debía a que sus padres le habían permitido ser independiente. Mientras crecía en Cardston, Alberta (Canadá), la precaria salud de su madre hizo que sobre ella recayeran responsabilidades adicionales en el hogar, y también ganaba algo de dinero trabajando en un salón de belleza y en una tienda. Tocaba el órgano en la Escuela Dominical y, en sus años en la escuela secundaria, transcribía las bendiciones patriarcales para su abuelo, John Anderson, que era patriarca de estaca1. La hermana Jack ideó su propia taquigrafía para registrar esas bendiciones que el hermano Anderson a menudo daba en una sala del vestíbulo del Templo de Cardston2. En 1948 contraería matrimonio con su esposo, Joseph Jack, en ese templo3.

En 1972, la presidenta Belle S. Spafford invitó a la hermana Jack a integrar la Mesa Directiva General de la Sociedad de Socorro donde trabajó, entre otros, en los comités de cursos de estudio y de conferencia general desde 1972 hasta 1974. Ella continuó trabajando en la mesa directiva hasta el final de la presidencia de Barbara B. Smith, en 1984, presidiendo el comité de cursos de estudio y trabajando en los comités de recreación y servicio comunitario4. En 1987 fue llamada como segunda consejera de Ardeth G. Kapp en la organización de las Mujeres Jóvenes, y supervisó el desarrollo de materiales de liderazgo5. Cuando asumió esta posición, ella comentó: “Lo que me llena de gozo es mirar atrás y ver progreso en mi vida”6.

Las responsabilidades de la hermana Jack en las Mujeres Jóvenes acabaron cuando fue llamada como Presidenta General de la Sociedad de Socorro y eligió a Chieko N. Okazaki y Aileen H. Clyde como sus consejeras7. Con la esperanza de motivar a las hermanas, la nueva presidencia de la Sociedad de Socorro revisó la declaración de propósito de la organización para que dijera: “Edificar un testimonio personal, bendecir a cada mujer, desarrollar y ejercer la caridad, fortalecer a las familias, disfrutar de una hermandad unida, ser plenamente partícipes de las bendiciones del sacerdocio”8. Ellas querían que las mujeres tuvieran una mayor conciencia de su valor individual y de su capacidad para progresar. Dijo la hermana Jack: “Sentíamos que estábamos a las puertas de algo, y que era el momento de que las mujeres fueran realmente reconocidas e investidas, y se sintieran parte de una organización muy viable”9. La hermana Jack deseaba reconocer la diversidad de las hermanas de la Sociedad de Socorro, además de lograr también la unidad entre ellas, y sentía que el consecuente enfoque en cada mujer de manera individual tenía una importancia histórica ya que cambiaba el rumbo de la Sociedad de Socorro sin cambiar su propósito fundamental10.

Ella confiaba en que las líderes locales de la Sociedad de Socorro sostuvieran y también adaptaran los principios fundamentales a medida que procuraban fortalecer a quienes ministraban. “Ustedes tienen la inspiración para su llamamiento”, les enseñaba. El sótano del Edificio de la Sociedad de Socorro tenía una enorme sala de recursos donde las hermanas de la Sociedad de Socorro que acudían allí podían encontrar información que las ayudara en sus tareas. Grabadas en la parte inferior de un enorme espejo en aquella sala estaban las palabras: “Tú eres tu mejor recurso”. Ella sentía que las líderes locales eran “llamadas por el Señor”, y que tenía que fortalecerlas y animarlas a confiar en sí mismas11.

Las celebraciones del sesquicentenario de la Sociedad de Socorro en 1992 ofrecieron otra oportunidad para que la hermana Jack fomentara la iniciativa personal, haciendo del servicio y la alfabetización las características más importantes de su administración. Como parte de las celebraciones, cada unidad de la Iglesia diseñó su propio proyecto de servicio, que había de incluir a tantas hermanas de la Sociedad de Socorro como fuera posible, tanto en la planificación como en la participación12. Por ejemplo, las hermanas de la Sociedad de Socorro de Cergy-Pontoise, en Francia, hicieron acolchados de retazos de tela para hospitales y centros para jubilados, y donaron ropa y golosinas a los niños necesitados13. Las hermanas de la Estaca Magrath en Alberta, Canadá, elaboraron y congelaron cincuenta y seis menús para el comedor comunitario de Lethbridge, cosieron setenta camisones y treinta neceseres para la casa de acogida Harbour House para mujeres, y escribieron veinticinco cartas a funcionarios del gobierno “sobre cuestiones de moralidad”, entre otras actividades14. Los miembros de la Estaca Aba Nigeria mejoraron el camino que conducía a un pozo de agua en Nigeria15. La hermana Jack sentía que los proyectos eran un éxito cuando no solo mejoraban las comunidades, sino que además demostraban a las hermanas de la Sociedad de Socorro lo que ellas eran capaces de lograr16. Además, en diciembre de 1992 la presidencia de la hermana Jack dio comienzo a un proyecto de alfabetización en el Evangelio, cuyo propósito era enseñar habilidades básicas de alfabetización a los miembros de la Iglesia que no sabían leer ni escribir, y alentar a todos los miembros a estudiar el Evangelio a lo largo de su vida17.

En los primeros años de su presidencia, la hermana Jack asistió a una reunión del Consejo Ejecutivo del Sacerdocio en la que ella, la hermana Okazaki y la hermana Clyde hicieron una presentación de treinta minutos sobre la labor que estaban llevando a cabo18. Después de su presentación, se retiraron. Se dieron cuenta de que cambiar su enfoque de esa reunión semestral podía hacer que fuera más provechosa, de modo que la siguiente vez que asistieron les pidieron a los miembros del Consejo que respondieran al informe de la Sociedad de Socorro con sus propias conclusiones y sugerencias, y preguntaron: “¿Cómo podemos serles de más ayuda?”. La conversación que siguió fue muy útil, y a partir de entonces se las invitó a asistir a las reuniones mensuales y a quedarse toda la reunión19. La hermana Jack fomentó también la iniciativa y la acción en el siguiente discurso, que pronunció en una charla fogonera para adultos solteros en el Centro Marriott, el 3 de enero de 1993.

Justo antes de que los hijos de Israel entraran en la tierra prometida, Moisés, su líder, les dio un gran sermón final. Líder suyo durante cuarenta años, Moisés pronunció este sermón sobre el conocimiento esencial de la vida, sabiendo perfectamente que no acompañaría a su pueblo a su nueva patria. ¿Qué les diría esa última vez? Moisés habló a su pueblo de las cosas que era más importante que supieran si deseaban vivir de una manera feliz y regresar a su Padre Celestial.

Cerca del final de su mensaje, explicó con claridad cuáles eran las opciones que tenían. Él pronunció estas significativas palabras:

“A los cielos y a la tierra llamo por testigos hoy contra vosotros, de que os he puesto delante la vida y la muerte, la bendición y la maldición; escoge, pues, la vida, para que vivas tú y tu descendencia,

“amando a Jehová tu Dios, escuchando su voz y aferrándote a él, porque él es tu vida y la prolongación de tus días, a fin de que habites sobre la tierra que juró Jehová a tus padres Abraham, Isaac y Jacob, que les había de dar”20.

Mis queridos hermanos y hermanas, igual que Moisés, aquí estoy yo viendo cómo ustedes, los jóvenes adultos de la Iglesia, se preparan para entrar en muchas tierras de promisión. Esta tarde repito las palabras de Moisés y les pido que escojan la vida, que entiendan con el corazón y con la mente que el Señor ciertamente es su “vida y la prolongación de [sus] días”.

“[Escoger] la vida” solamente es posible cuando entendemos que tenemos el poder para hacerlo. En el libro de Moisés leemos sobre la conversación que Enoc tuvo con el Señor. En un momento determinado, Enoc registró:

“[El] Dios del cielo miró al resto del pueblo, y lloró…

Y dijo Enoc al Señor: ¿Cómo es posible que tú llores, si eres santo, y de eternidad en eternidad?

Y si fuera posible que el hombre pudiese contar las partículas de la tierra, sí, de millones de tierras como esta, no sería ni el principio del número de tus creaciones; y tus cortinas aún están desplegadas; y tú todavía estás allí, y tu seno está allí; y también eres justo; eres misericordioso y benévolo para siempre… ¿cómo es posible que llores?

El Señor dijo a Enoc: He allí a estos, tus hermanos; son la obra de mis propias manos, y les di su conocimiento el día en que los creé; y en el Jardín de Edén le di al hombre su albedrío;

y a tus hermanos he dicho, y también he dado mandamiento, que se amen el uno al otro, y que me prefieran a mí, su Padre, mas he aquí, no tienen afecto y aborrecen su propia sangre21.

El poder del albedrío es enorme. Desde el principio de la travesía de los hombres y las mujeres por la vida en esta tierra, el albedrío ha sido un factor fundamental. El Señor nos dio el albedrío para que pudiéramos escoger por nosotros mismos. Cuando Moisés nos dijo que “[escogiéramos] la vida”, no estaba hablando con ligereza. Estaba sugiriendo que, a la hora de la verdad, cada uno de nosotros toma la decisión de obedecer los mandamientos o de no obedecerlos.

En la vida de cada persona hay muchas y variadas circunstancias que determinan la manera en que percibimos el mundo. Pero el albedrío sigue ahí, y se nos da a todos. La capacidad que tienen ustedes para escoger puede ser una de sus más grandes bendiciones, si aprenden a utilizarla bien.

Un joven que acababa de terminar sus estudios en la escuela superior consiguió un nuevo trabajo, compró una casa e hizo todo tipo de planes para convertirla en la casa de sus sueños, incluso un gimnasio y un estudio. A los siete meses se comprometió con una mujer que tenía tres niñas pequeñas. Seis meses después de casarse, su esposa estaba esperando un bebé. Las cosas no eran fáciles para esta familia. El trabajo de este joven era prometedor, pero no lucrativo. Para hacer frente a los gastos, aceptó un segundo empleo como repartidor de periódicos.

Un frío sábado, a primera hora de la mañana, salió de su estacionamiento escuchando un blues en la radio. Se sintió identificado con la canción sobre el amor y la vida, y el dolor de tratar de salir adelante en un mundo agotador, y comenzó a hundirse en la misma melancolía que la música que escuchaba. Mientras conducía de un lugar a otro haciendo las entregas, la melancolía aumentó hasta lo que podríamos llamar un gran bajón. Ahora bien, estar de bajón es sentirse como dos centavos esperando el cambio. Es creer que la esperanza se ha ido al Sur a pasar el invierno y ha olvidado regresar.

A medida que el sol daba lentamente paso a un nuevo día, pensó en su vida. En su mente miró los rostros de cada miembro de su familia y caminó por los pasillos de su hogar. Reflexionó en su profesión, en su familia extensa, en su vecindario y en sus responsabilidades en la Iglesia. Sopesó las complejidades y los desafíos, las satisfacciones y los placeres. Y a su mente vino una frase: “La vida no va a ser mejor que esto”.

Él dijo: “Fue un entendimiento que llegó sin haberlo pedido. No quería decir que la vida no podía ser más fácil o que yo deseara esa melancolía. Simplemente significaba que tenía todo lo que necesitaba. Y no había sido así cuando vivía solo y deambulaba por mi casa, planificando su interior”22.

Unos años después invitó a sus ancianos padres a que fueran a vivir con él y con su familia. Al levantarse cada día a las tres de la madrugada para ayudar a su madre con sus necesidades, a menudo pensaba: “La vida no va a ser mejor que esto”. Nunca tuvo su biblioteca ni su gimnasio, pero en medio de su abarrotada casa, con frecuencia agradecía al Señor por lo que también era una vida plena.

En medio de los exámenes finales, de una crisis romántica o de un conflicto con un cónyuge o con los compañeros o compañeras de piso, es un signo de madurez espiritual y emocional recordar que “la vida no va a ser mejor que esto”. Y es así porque esta es su vida en este preciso momento, y no hay nada más estimulante que vivir su vida, que realmente es el proceso de tomar sus decisiones basándose en el evangelio de Jesucristo. Hacerlo es estar realmente vivo.

Una mujer vino a mi oficina hace algunos meses. Lloraba desconsolada mientras describía los desafíos de la vida en estos días. Su esposo iba a la universidad y trabajaba, pero su empleo no le satisfacía tanto como él creyó que lo haría. Sus hijos tenían salud y prosperaban, pero no tenían todas las cosas que ella deseaba darles. Su hogar era cómodo, pero no tan grande como había soñado que sería en este punto de su vida. Sus amigos la apoyaban, pero no le daban tanto tiempo y atención como ella deseaba. Su familia política la amaba, pero su suegra no podía ayudarla con los niños tan a menudo como esta joven madre pensaba que debía.

Otra mujer me escribió que había perdido la esperanza de encontrar alguna vez un hombre con quien pudiera casarse. Describió en detalle sus relaciones fallidas y sus esfuerzos por encontrar esposo. Habló sobre sus sentimientos de inferioridad y sus preguntas sobre si el Señor realmente la amaba tal como toda la vida le habían enseñado en la Iglesia, o no. Ella tiene un buen trabajo, buena salud, buenos amigos y una buena familia. Aun así, hablaba de la vida en términos deprimentes y se refería a sí misma como una ciudadana de segunda clase en la Iglesia23. Aunque plenamente consciente de que no camino en los zapatos de ninguna de esas dos mujeres, y que cada una tiene sus legítimas preocupaciones, deseo darles un pequeño consejo: Obtengan una vida. Somos hijos e hijas de Dios. Tenemos la plenitud del evangelio de Jesucristo. Somos llamados a elevarnos, no a hundirnos. Hermanos y hermanas, obtengamos una vida.

En esta época del año estoy leyendo la historia de Lehi y su familia. Pocos relatos de las Escrituras hablan más sobre el proceso de obtener una vida. Después de años en el desierto y de mucho por lo que quejarse con razón, Nefi escribió: “… plantamos nuestras tiendas a orillas del mar; y a pesar de que habíamos sufrido numerosas aflicciones y mucha dificultad, sí, tantas que no podemos escribirlas todas, nos regocijamos en extremo cuando llegamos a las playas del mar”24.

La dificultad es un elemento esencial en el cimiento que forma la base de la vida terrenal, y no impide que nos regocijemos. No todo tiene por qué ser maravilloso para que nos regocijemos. Anteriormente, en el mismo capítulo de 1 Nefi, Nefi dice sobre su travesía: “Y tan grandes fueron las bendiciones del Señor sobre nosotros, que aunque vivimos de carne cruda en el desierto, nuestras mujeres tuvieron abundante leche para sus niños, y eran fuertes, si, aun como los hombres; y empezaron a soportar sus viajes sin murmurar”25.

Luego Nefi añade lo que es casi una posdata sobre esta experiencia: “Y así vemos que los mandamientos de Dios se deben cumplir. Y si los hijos de los hombres guardan los mandamientos de Dios, él los alimenta y los fortifica, y provee los medios por los cuales pueden cumplir lo que les ha mandado”26.

Obtener una vida es construir sobre el buen cimiento de sus propias experiencias y su testimonio. Nefi tomó su decisión siendo joven. Escogió la vida y, a pesar de la notable sucesión de pruebas que tuvo en su propia vida, no vaciló. Él sabía a dónde se dirigía espiritualmente, de modo que pudo seguir adelante aun perdido en un desierto inhóspito.

Obtener una vida es ser fuertes. Las dos mujeres a las que me acabo de referir tienen buenas vidas, pero han perdido la ilusión en tareas que son suyas. El conmovedor mensaje del presidente Hinckley en la reunión del sacerdocio de octubre de 1992 es instructivo para todos nosotros. Él dijo: “Sean fuertes”, y habló sobre cómo podemos hacerlo mediante el autocontrol, defendiendo lo correcto, mostrando misericordia, sencilla honestidad, y teniendo fe personal27. La fe personal requiere fortaleza, y al mismo tiempo es una fuente de fortaleza. Tal como explicó Nefi sobre las experiencias de su familia en el desierto, el Señor nos alimentará y nos fortalecerá, y nos dará los medios para cumplir lo que nos mande.

La fe personal es una realidad que ustedes necesitan en su vida. Es una fuente de fortaleza, de consuelo y determinación en los momentos más felices y en los más difíciles de su vida. Si desean obtener una vida, obtengan un testimonio. Tal vez la suya sea una vida de poco o mucho dinero, de un éxito considerable o moderado, una vida de casado o de soltero. En toda circunstancia, elijan ser fuertes para que, al igual que Nefi, puedan soportar las miles de circunstancias que serán parte de su vida terrenal.

Obtener una vida es regocijarse en la cotidianidad de la vida. León Tolstói escribió en Ana Karenina sobre Levin, un terrateniente ruso. Un día decidió cortar el heno con los campesinos que trabajaban en sus campos. Al principio solo podía pensar en las ampollas que le salían en las manos y en el dolor constante de su espalda doblada. Las hileras parecían cada vez más largas a medida que trabajaba en ellas. Temía no ser capaz de seguir el ritmo de los demás. Pero entonces, Tolstói describe lo siguiente, justo cuando Levin estaba a punto de darse por vencido:

Hicieron una hilera más, y otra. Unas hileras eran largas, otras cortas, la hierba ora mala, ora buena. Levin perdió la noción del tiempo y no sabía qué hora era. Su trabajo experimentaba ahora un cambio que le colmaba de placer. En medio de la tarea había momentos en que olvidaba lo que hacía y trabajaba sin esfuerzo28.

Hay una especie de magia en sumergirse en una tarea tan plenamente que el proceso en sí se convierte en un deleite. Tal vez por eso algunos de nosotros sentimos tanta satisfacción al ver tarros llenos de fruta en un cuarto de almacenaje. A otros quizás les sucede cuando completan un trabajo trimestral, reparan una motocicleta o limpian el garaje de un vecino. Las tareas nos dan la oportunidad de volcarnos literalmente en una labor que nos brinda gozo.

Contemplar el césped recién cortado, una hoja de grupo familiar completada, una disertación fotocopiada, hogazas de pan casero perfecto, un auto lavado y pulido, un poema recién escrito con un elegante giro, o un examen bien hecho que se refleja luego en los resultados… Estas son algunas de las experiencias más satisfactorias de la vida. Lo mejor de la vida se halla en esos momentos. Nos regocijamos en la cosecha y reafirmamos que ciertamente somos hechos a semejanza de nuestro Creador, porque Él también se detuvo después de seis días de trabajo, miró todo lo que había creado, y vio que era bueno. Regocijarse en la cosecha va de la mano con reconocer a nuestro Creador. La persona que mira un granero repleto y recuerda el tiempo de arar, el tiempo de plantar, el tiempo de escardar y el tiempo de juntar, ha de recordar también el milagro que va más allá de su propio poder y que ha hecho que esa semilla dé fruto.

Obtener una vida es ser agradecidos. Cuando vemos con más claridad, vemos la mano del Señor en todas las cosas. Las personas verdaderamente agradecidas, como Nefi, saborean la bondad de la vida aun cuando reconocen que puede haber mucha más adversidad que palabras para describirla. Quizás la principal diferencia entre Nefi y sus hermanos mayores era la inquebrantable capacidad de Nefi para avanzar a través de todo tipo de niveles espirituales al tiempo que aumentaba su gratitud y su fe, mientras Lamán y Lemuel nunca progresaron más allá de la murmuración, la negación y la rebelión, ciertamente logros de bajo nivel29.

Cada uno de nosotros tiene mucha energía y mucho tiempo en un día. Nefi volcó su energía en actividades que reflejaban su fe y su agradecimiento. Lamán y Lemuel sembraron sus energías en los estériles campos del descontento, la ingratitud y la incredulidad. Su falta de gratitud condujo a interminables dificultades para Nefi en esta vida, e interminables dificultades para sí mismos en la eternidad.

En mi experiencia he aprendido que las personas espiritualmente maduras son aquellas que son verdaderamente agradecidas. Me he sentido muy humilde al reunirme con personas cuyas vidas, al igual que sus palabras, expresan su gratitud por las bendiciones de la vida y por las bendiciones de la verdad. En Filipinas, una joven madre estaba agradecida por una pequeña y anticuada máquina de coser que le había permitido ganar el dinero extra que necesitaba para que su familia de ocho hijos pudiera viajar al Templo de Manila para ser sellada30. Miles de santos llevan vidas plenas, ya sea que vivan en una mansión en Yakarta o en una casa con goteras. En una casa con goteras, una hermana expresó gratitud porque dos de sus hijas habían hecho sumamente bien sus exámenes finales que las facultaban para ser parteras, y luego me explicó que, algunas veces, ella tiene que “llevarse un paraguas” a la cocina cuando llueve.

En ocasiones me temo que nos creemos que la buena vida es la vida que llevan otras personas. La verdad es que la buena vida es la vida que llevan ustedes, porque es la única que pueden llevar. Creo que Nefi comprendía que, con un corazón lleno, él podía agradecer al Señor en medio de las pruebas que con frecuencia amenazaban su vida. Agradecer al Señor por las bendiciones que nos da es entender lo que es la buena vida, aunque parezca desagradable, infructuosa o simplemente dura.

Obtener una vida es pensar en los demás y prestar servicio. Durante el año 1992, las mujeres de la Sociedad de Socorro por todo el mundo se han unido para llevar a cabo proyectos de servicio en sus propias comunidades. Sé que muchas de ustedes han participado. Una hermana de Perú escribió que las hermanas de su Sociedad de Socorro habían ayudado a una familia cuya madre había fallecido. Esta hermana dijo: “Nos hermanamos y nos fortalecimos espiritualmente, y nos sentimos felices por haber podido imitar a nuestro Señor Jesucristo al prestar servicio a nuestros hermanos y hermanas necesitados”.

Las hermanas de la Estaca Apia Samoa Este nos dijeron:

Decidimos preguntar al Gobierno si estaba bien que las hermanas de la Sociedad de Socorro de la estaca plantaran algunas flores alrededor del reloj de la ciudad. Escogimos el reloj de la ciudad porque está justo en el centro de esta, y sentimos que sería el lugar perfecto para tener un bello jardín. Sus flores llevarían el lema de la Sociedad de Socorro: “La caridad nunca deja de ser”. El Gobierno estaba entusiasmado… Nos dieron las gracias de todo corazón y luego nos preguntaron si había alguna posibilidad de que pudiéramos pintar también la torre del reloj, que mide veinte pies (poco más de seis metros). Les dijimos que veríamos lo que podíamos hacer… La estaca no tenía dinero, lo cual no nos preocupó lo más mínimo. Solo queríamos que nos dieran su aprobación, ya que teníamos la fuerte impresión y la convicción de que, si esa era la voluntad del Señor, todo saldría bien… Se donaron pinturas y materiales, pintores profesionales ofrecieron sus manos y su tiempo, y los hermanos del sacerdocio de nuestra estaca ayudaron también con el trabajo. Las hermanas de ocho unidades de nuestra estaca trabajaron en quitar la pintura vieja, fregar y limpiar la torre del reloj y, por supuesto, en plantar las flores. Haremos turnos allí para mantener los jardines durante todo el año. De nuevo, las hermanas fueron generosas y estuvieron dispuestas.

Me encantan estas historias y muchas otras que las hermanas han enviado a la Sociedad de Socorro. ¿Pueden imaginar el bien que miles de hermanas de la Sociedad de Socorro han hecho en más de cien países? ¿Pueden imaginar las bendiciones que esas mujeres han recibido en sus vidas? Si no aprenden a prestar servicio a otras personas, la suya será una vida vacía.

Creo que las mejores experiencias que he tenido en mi vida todas han tenido que ver con ayudar a los demás. Tal vez fuera organizar un juego para una reunión familiar u obtener insignias de mérito. Esos buenos momentos han surgido al trabajar en los llamamientos de la Iglesia, al dirigir un espectáculo ambulante o enseñar a las laureles, o en proyectos del vecindario, tal vez al organizar una campaña de recaudación de fondos que valiera la pena31. En todos los casos he disfrutado de situaciones en las que he podido trabajar con otras personas en alguna buena causa.

El lema de la Sociedad de Socorro es “La caridad nunca deja de ser”32. ¡Qué importante es basar una organización en los valores más importantes de nuestra fe!

Obtener una vida es estar abierto a nuevas ideas. Hace poco escuché la historia de un hombre que había dejado una larga carrera en un sector industrial. Siendo todavía relativamente joven, tenía que conseguir otro empleo para mantener a su familia. La transición sería dura, ya que nunca había trabajado en otro lugar que no fuera su primer empleo. En la reunión de un grupo comunitario del que era miembro surgió un tema relacionado con ese empleo al que había dedicado tanto tiempo. Se reclinó en su silla e inmediatamente comenzó a explicar al grupo cómo funcionaban las cosas en esa industria, todos los problemas que en ese momento había en el mercado, y por qué él tenía razón. Después de una larga perorata, criticó las ideas que se habían propuesto, y básicamente dejó al grupo sin esperanza de que hubiera algo que se pudiera hacer.

Cuando la reunión se dio por terminada, un miembro del comité le dijo a otro: “Creo que a nuestro amigo le va a costar encontrar un nuevo empleo. La capacidad de sentar cátedra no abre muchas puertas hoy en día”. ¡Qué gran verdad! Es fácil hacer uso del conocimiento y las experiencias del pasado para arruinar oportunidades presentes y futuras. Es fácil decir: “Bueno, en mi misión nosotros lo hacíamos así”, o “en mi último empleo se hacía de esta manera”.

Es mucho más difícil y mucho más prudente utilizar lo que saben que son las bases para la creación de algo nuevo y mejor. El Señor mandó a Nefi: “Y aconteció que el Señor me habló, diciendo: Construirás un barco, según la manera que yo te mostraré, para que yo lleve a tu pueblo a través de estas aguas”33. Nefi respondió: “Señor, ¿a dónde debo ir para encontrar el mineral para fundir, a fin de que yo haga las herramientas para construir el barco, según el modo que tú me has mostrado?”34.

Es probable que Nefi tuviera algún conocimiento de cómo fabricar herramientas, y posiblemente de construcción. Dudo que supiera mucho sobre barcos. Pero estaba dispuesto a poner en práctica lo que sabía en una nueva situación. Sus hermanos, por otro lado, no tenían deseos de involucrarse en este nuevo campo, un campo desconocido. En lugar de eso, ellos hicieron lo que con frecuencia hacen las personas que tienen miedo o son inseguras, inexpertas o perezosas: criticaron y menospreciaron a Nefi. Nefi observó:

Y cuando vieron mis hermanos que estaba a punto de construir un barco, empezaron a murmurar contra mí, diciendo: Nuestro hermano está loco, pues se imagina que puede construir un barco; sí, y también piensa que puede atravesar estas grandes aguas.

Y así murmuraron mis hermanos contra mí, y no quisieron trabajar, pues no creyeron que yo era capaz de construir un barco35.

Ustedes recuerdan que fue necesario que hubiera intervención divina para que Lamán y Lemuel se pusieran a trabajar36.

La falta de convicción es una oportuna excusa para no asumir nuevos proyectos. Las nuevas tareas pueden ser aterradoras, pero también son buenas para nosotros. Nos obligan a salir de nuestra actual zona de confort. En ocasiones debemos salir de nuestra zona de confort espiritual. El trabajo duro que hagamos espiritualmente nos beneficiará de muchas, muchas maneras, al igual que el trabajo duro que ustedes actualmente están haciendo a nivel intelectual y profesional será de gran provecho a lo largo de su vida.

Obtener una vida es respetar a los demás. En nuestras relaciones de cooperación, hay muchas ocasiones en las que haríamos bien en dejar nuestro ego en la puerta, junto con nuestro abrigo. Los llamamientos de la Iglesia son una de esas ocasiones. Todos prestamos servicio junto con otras personas. Trabajamos en presidencias y en obispados, o como miembros de grupos de maestros en la Escuela Dominical, organizaciones auxiliares o cuórums. Prestamos servicio de dos en dos como maestros orientadores o maestras visitantes, o como compañeros misioneros. Los presidentes prestan servicio con consejeros y asesores. Toda esta unidad es por un buen propósito. Estas relaciones de cooperación nos enseñan a trabajar juntos. Tenemos el beneficio de las ideas de otras personas y de su perspectiva espiritual. Nos unimos como hermanos y hermanas en relaciones sinérgicas que benefician tanto al que presta servicio como al que lo recibe. Puede que esas relaciones de cooperación no siempre sean fáciles.

En la Iglesia no estamos construyendo un reino; estamos construyendo el reino. Esto solo lo hacemos cuando estamos unidos y realmente trabajamos juntos. Uno de los primeros líderes de la Iglesia, George Q. Cannon, señaló: “No somos el pueblo de Dios si no estamos unidos. La unión es uno de los frutos del Espíritu”37. Cuando no podemos trabajar unidos en nuestros cargos en la Iglesia, impedimos que el Señor nos bendiga como podría hacerlo. ¿Cuándo fue la última vez que preguntaron “¿cómo puedo ayudar?” o “¿qué necesitan?” a aquellos con quienes prestan servicio?

Ustedes lograrán un enorme progreso si hacen esas preguntas con sinceridad y frecuencia, y luego actúan conforme a las respuestas que reciban. Estas preguntas sugieren humildad, habilidad para escuchar, aprender y recibir comentarios de otras personas. Nos ayudan a darnos cuenta de que sabemos que no somos el centro del universo, sino un importante obrero en el reino del Señor, un reino que es eterno en alcance e importancia. Cada uno de nosotros es de valor, y por eso debemos tratar a los demás con respeto.

Obtener una vida es ser amables. Pocas cosas pueden sanar tanto como la simple bondad: una tierna caricia, una palmada en el brazo, una palabra de aliento, el silencio paciente, una pregunta de tanteo cuando algo va evidentemente mal, posponer el juicio hasta conocer todos los hechos. Si somos sinceros seguidores de Cristo, si en verdad somos honestos cuando participamos de la Santa Cena los domingos y cuando vamos a una sesión del templo, seremos amables.

Las definiciones de caridad que nos dan las Escrituras y las relaciones divinas de cooperación nos invitan a ser amables. Pablo escribió: “La caridad es sufrida, es benigna”38. Mormón dijo: “Y la caridad es sufrida y es benigna”39. José Smith escribió: “Ningún poder o influencia se puede ni se debe mantener en virtud del sacerdocio, sino por persuasión, por longanimidad, benignidad, mansedumbre y por amor sincero; por bondad”40.

Nos debemos bondad los unos a los otros. La bondad se puede mostrar de muchas maneras pequeñas. Las Escrituras no dicen que deberíamos salir en una cita con alguien con quien no escogemos estar; solo dicen que debemos ser amables a la hora de rechazar el ofrecimiento. Las Escrituras no dicen que tengamos que prestar dinero a un hermano, a una hermana o a un compañero o compañera de piso. No nos dice que tengamos que hacerle los deberes a un amigo, a una amiga o a nuestro cónyuge. Dicen claramente que debemos ser amables en nuestros tratos los unos con los otros. La bondad no requiere que comparemos nuestras propias reacciones con una norma de rectitud. Algunas veces, la bondad significa guardar silencio o dejar una situación. Algunas veces, la bondad requiere quedarse y tratar de hacer bien las cosas. Antes de actuar o de hablar, pregúntense: “¿Es amable lo que estoy a punto de hacer o decir?”. Si lo es, sigan adelante con confianza. Si no lo es, piensen en otra respuesta.

Obtener una vida es amar la vida. En Spoon River Anthology, de Edgar Lee Masters, hay un maravilloso poema titulado “Lucinda Matlock”. En este poema, que parece casi un epitafio, Lucinda habla de su vida difícil, sus desafíos y sus gozos. Ella concluye:

¿Cómo es que ahora escucho hablar de penas y fatigas,

De ira, descontento y ajadas esperanzas?

Hijas e hijos envilecidos,

La vida es demasiado dura para ustedes:

Hay que estar vivo para amar la vida41.

Dos amigas estaban conversando. Una describía sus inquietudes sobre la universidad y sus inminentes exámenes finales. También estaba preocupada por su novio, y porque iba a casarse antes de graduarse. Se preguntaba si podría encontrar trabajo después de obtener su licenciatura. Su padre no estaba muy bien, y le preocupaba no poder reunir el dinero suficiente para ir a verle. También se sentía un poco estresada por su relación con su compañera de piso, y se preguntaba si debía tratar de encontrar otro lugar donde vivir. Su amiga escuchó con atención, y luego preguntó: “¿En cuáles de estos problemas no puedes hacer realmente nada en este momento, y cuáles te causan solo una ansiedad innecesaria?”.

La próxima vez que piensen pasar un tiempo preocupados de manera innecesaria, reflexionen en las palabras de Nefi sobre el Salvador: “Y el mundo, a causa de su iniquidad, lo juzgará como cosa de ningún valor; por tanto, lo azotan, y él lo soporta; lo hieren y él lo soporta. Sí, escupen sobre él, y él lo soporta, por motivo de su amorosa bondad y su longanimidad para con los hijos de los hombres”42.

Nefi nos recuerda que nuestro Salvador sufrió voluntariamente por causa de su amor por nosotros. No hay nada de lo que experimentamos que nuestro Señor no entienda.

Yo sé que esto es verdad. A veces, cuando me siento abrumada o sola, insegura o derrotada, recuerdo que tengo un Salvador que me comprende y me ama. Su expiación fue personal; fue para mí. Él sabe. Él comprende.

Cuando Moisés dio su último sermón, al que me he referido al principio de estas palabras, él sabía a dónde estaba enviando a su pueblo. Él les dijo: “Esforzaos y cobrad ánimo; no temáis ni tengáis miedo de ellos, porque Jehová tu Dios es el que va contigo; no te dejará ni te desamparará”43. Él sabía que no iban solos a una nueva tierra. Con ellos iba una ayuda infalible, porque el Señor estaba con ellos. Por esa razón, Moisés pudo aconsejar con confianza que fueran fuertes y tuviera buen ánimo, porque sabía que había un cimiento seguro para su fortaleza y valor.

Pasamos por la experiencia terrenal con esa misma promesa. El Señor está con nosotros, y no nos desamparará. Una amiga mía les dice a sus hijos mayores: “Oren por la noche, planifiquen por la mañana”. Lo que ella quiere decir es que la noche es el momento para que descansen el cuerpo, la mente y el alma. El día es el momento para la acción. Me gusta el letrero que tiene una de mis vecinas sobre el fregadero de su cocina: “Cada noche le entrego mis preocupaciones a Dios. Él va a estar despierto toda la noche”.

Cuando les surjan las ganas de preocuparse de manera innecesaria, recuerden tener valor, porque el Señor sabe y comprende, y Él les ama. Hace seis años, el élder Bruce R. McConkie, miembro del Consejo de los Doce Apóstoles durante doce años, yacía en su lecho de muerte44. Su esposa, Amelia, se reclinó sobre él y dijo: “Bruce, tienes un mensaje para mí?”. Aunque estaba débil y a punto de morir, él pronunció con voz firme sus últimas palabras: “Sigue adelante”45.

Seguir adelante. Qué gran mensaje. Qué manera de vivir y de amar la vida.

Las elecciones que Moisés describió son las elecciones. Ustedes son maravillosos. Escojan al Señor para obtener una vida, “porque él es [su] vida”. Digo esto en el nombre de Jesucristo. Amén.

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Obtengan una vida, En el Púlpito, accessed 24 de abril de 2024 https://www.churchhistorianspress.org/at-the-pulpit/part-4/chapter-45