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Prepara tu corazón

Una grabación original de este discurso está disponible en churchhistorianspress.org (por cortesía de la Biblioteca de Historia de la Iglesia).

Conferencia General de la Sociedad de Socorro

Tabernáculo, Manzana del Templo, Salt Lake City, Utah

29 de septiembre de 1949


Antes de su servicio en la Mesa Directiva General de la Sociedad de Socorro, Maud Leone Openshaw Jacobs (1903–1990) y su esposo, Joseph, sirvieron misiones en Palestina y Siria1. Joseph salió a prestar servicio como presidente de misión en julio de 1937. Leone y sus hijos Geraldine, de once años de edad, y Lamont, de siete, no pudieron reunirse con él hasta diciembre de 1938, después de que Leone se sometiera a una seria cirugía y se recuperase de ella2. La labor misional de Leone Jacobs incluía hermanar a los miembros, aprender turco, organizar una fiesta de Navidad para los miembros de la Iglesia y preparar comidas para los invitados de la Misión y para los misioneros3. También apoyaba las actividades de la Sociedad de Socorro y de los jóvenes, y tocaba el órgano en las reuniones4. Después de que Inglaterra declarase la guerra a Alemania, el 3 de septiembre de 1939, la familia Jacobs fue llamada de regreso a casa, dejando atrás a setenta y nueve miembros que habrían de sostener la Iglesia en Asia Menor5. La hermana Jacobs escribió un informe de su misión de doce páginas en las que describía los esfuerzos de los judíos por instalarse en Palestina, el papel de los hombres y las mujeres en la cultura local y la triste despedida de los miembros de la Iglesia. Deseret News publicó su informe en dos artículos6.

La hermana Jacobs se unió a la presidencia de la Sociedad de Socorro de la Estaca Ensign en 1941, el mismo año en que los Estados Unidos entraron en la Segunda Guerra Mundial. Ella trabajó con otras hermanas de la Sociedad de Socorro enviando jabón, prendas de vestir y ropa de cama al extranjero, apoyando a la sede de la Cruz Roja Americana en Utah, donde cosía batas de hospital y vendas, y cumpliendo asignaciones de envasado de alimentos en la Manzana de Bienestar7. La tela escaseaba, por lo que la Sociedad de Socorro tenía que aprovechar y actuar con rapidez a fin de comprar suministros para hacer sábanas, prendas de vestir y otros artículos cuando esos productos textiles estaban disponibles. Los miembros de la presidencia de la Sociedad de Socorro de la estaca juntaban sus cartillas de racionamiento de gasolina y la hermana Jacobs, la única de la presidencia que disponía de automóvil, las llevaba en sus viajes en busca de género8.

Al final de la guerra, la nueva Presidenta General de la Sociedad de Socorro, Belle S. Spafford, invitó a la hermana Jacobs a prestar servicio en la Mesa Directiva General, lo cual hizo desde 1945 hasta 1956, cuando una cardiopatía la obligó a renunciar9. Las asignaciones de la hermana Jacobs en la Mesa Directiva incluían planificar convenciones de la Sociedad de Socorro10 y representar a la Mesa Directiva en programas comunitarios tales como el Consejo de Seguridad de Utah o el Consejo Legislativo de las Mujeres de Utah11. El siguiente discurso, sobre cómo aumentar constantemente en rectitud, lo pronunció en una conferencia general de la Sociedad de Socorro el 29 de septiembre de 1949, en el Tabernáculo de Salt Lake.

Presidente Clark, hermanos y hermanas, es ciertamente inspirador ver sus rostros y contemplar la influencia que ustedes, hermanas, tienen para bien, y estoy segura de que, si esa influencia se pudiera medir de algún modo, excedería sobremanera nuestra estimación más optimista12.

Apreciamos su lealtad a esta organización y al Evangelio, así como el amor y la comprensión que ejercen en sus comunidades.

Ruego que durante el breve tiempo que hablaré ante ustedes pueda contar con su fe y sus oraciones, y que nuestro Padre Celestial me fortalezca.

Uno de los principios más gloriosos de la vida es que siempre podemos elevarnos por encima de nuestro nivel actual. Cuán descorazonadora sería la vida si, una vez inmersos en una conducta impropia, no pudiéramos levantarnos y cambiar nuestro rumbo; pero no tenemos por qué permanecer como somos. Cada día ofrece un nuevo comienzo.

Una vez, hablando con un amigo, un anciano hizo un repaso de su vida. “Cuando tenía treinta años, yo simplemente no era bueno”, dijo, “nada bueno en absoluto, ni siquiera para mí mismo; entonces un día sentí el impulso, el deseo de darle un vuelco a mi vida. Decidí que iba a cambiar mi rumbo, y desde ese día hasta hoy he llevado una vida de la que me siento orgulloso”.

Un día, una joven universitaria se detuvo en plena vorágine y dijo: “Me parece que estoy yendo con las personas inadecuadas. Creo que no quiero ir donde ellas están yendo”. No siguió aquel camino.

Una madre de tres niños robustos nunca había considerado necesario dar a sus hijos una instrucción religiosa. Oh, sí, ella les daba una alimentación equilibrada, los mantenía tan limpios como se puede mantener a los niños y observaba estrictamente la hora en que se iban a dormir. Pero un día se hizo la siguiente reflexión: “Me pregunto si realmente soy una buena madre. Parece que criar a una familia es mucho más que solamente proporcionar alimento y vestido. Creo que tengo tiempo para mi club de bridge y para nuestros compromisos sociales por las tardes, pero puede que esté descuidando algunos aspectos muy importantes”13. Ella tomó cartas en el asunto.

Las vidas pueden cambiar, ¿no es así? Podemos dirigir el curso de nuestra vida por uno diferente, pero ¿cómo? Digamos que preparando nuestro corazón.

Y bien, ¿qué significa preparar nuestro corazón? Significa examinarse a uno mismo, escudriñar nuestra vida cotidiana para ver qué hay, y cuáles son las cosas de valor y las que hay que desechar. Significa humillarse ante el Señor. Significa deshacerse de la amargura y el egoísmo. Significa un perdón completo de todas las injusticias que nos han infligido, reales o imaginarias. Significa abrir nuestro corazón de par en par a la rectitud, poniéndonos en actitud de recibir lo bueno. Significa ataviar nuestra vida de otra manera.

Imagínense un campo labrado y arado de principio a fin, casi perfectamente nivelado; las malas hierbas quemadas a lo largo de la cerca; se ha hecho todo lo posible para favorecer el crecimiento de la buena semilla. Podemos preparar de la misma manera nuestro corazón, con una actitud de receptividad a lo bueno. Podemos enterrar los antiguos hábitos inútiles y pulir las asperezas del error, pero oímos a alguien decir: “Ojalá pudiera disfrutar trabajando en la Iglesia como tal o cual hermana. Ojalá pudiera disfrutar viviendo el Evangelio como hace ella”;

se puede. Todo está en el corazón; todo consiste en preparar nuestro corazón para que desee esa clase de vida. Escuchamos a otras personas decir: “Pero no sé cómo siempre saca tiempo para todo”.

En uno de nuestros últimos congresos de la Sociedad de Socorro, un obispo dijo algo que creo que es muy importante que recordemos, y es lo siguiente: “Si están demasiado ocupadas para servir al Señor, están demasiado ocupadas”.

Sí, si estamos demasiado ocupadas para servir al Señor, estamos demasiado ocupadas haciendo otras cosas que no valen la pena.

En el Antiguo Testamento leemos lo siguiente: “Porque Esdras había preparado su corazón para buscar la ley de Jehová, y para cumplirla… Porque Esdras había preparado su corazón para buscar la ley de Jehová, y para cumplirla”14.

¡Qué bello ideal para trabajar en ello!

Y en Doctrina y Convenios el Señor dijo al profeta José Smith: “Por tanto, prepara tu corazón para recibir y obedecer las instrucciones que estoy a punto de darte”15.

Creo que preparar nuestro corazón es quizás el aspecto más decisivo en el progreso hacia cualquier meta. Es cierto, llevar a cabo nuestros planes también es importante, pero una vez tenemos el corazón completa e incondicionalmente preparado, la acción es relativamente fácil. Como dice el poema: “Es el porte del alma lo que determina a meta”16.

Y creo firmemente que, en lo que a vivir el Evangelio se refiere, podemos hacer lo que deseemos si lo deseamos lo suficiente.

Ahora, la Sociedad de Socorro nos ayuda mucho a preparar nuestro corazón para la rectitud. Tenemos mucha ayuda en nuestras maravillosas lecciones y en nuestra actividad semanal, y no solo nos ayudan a preparar nuestro propio corazón para vivir, sino que tenemos la oportunidad de ayudar a preparar el corazón de otras personas. El programa de las maestras visitantes es una oportunidad estupenda para ayudar a volver a las hermanas que no son tan activas como deberían, poco a poco, a una mayor actividad en el Evangelio.

Sabemos que vivir el Evangelio significa compartirlo con los demás, y las maestras visitantes son en verdad una oportunidad para compartir el Evangelio. Es cierto que requiere mucha preparación, gran reflexión, tacto y sentido común, y estoy segura de que las maestras visitantes aún no han alcanzado todo su potencial.

Hace poco escuché a un obispo suplicar con urgencia a las hermanas de la Sociedad de Socorro que rodearan de amor a nuestras hermanas que van a la deriva y se han distanciado de la Iglesia por haber contraído matrimonio fuera de ella. Ciertamente debemos esforzarnos por acercarnos a estas hermanas y, por medio de un amor puro y un interés personal, hacer que se sientan amadas, que son parte de nuestra organización y son necesarias en ella.

Recuerden, si están demasiado ocupadas para servir al Señor, están demasiado ocupadas. Preparen el corazón para buscar la ley del Señor y para cumplirla, y hagan todo lo posible por ayudar a otras personas a preparar los corazones para la rectitud. Ruego a nuestro Padre Celestial que nos ayude a planificar el curso de nuestra vida en el sendero estrecho y angosto, y que sigamos ese curso con diligencia; y lo pido en el nombre de Jesucristo. Amén.

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Prepara tu corazón, En el Púlpito, accessed 18 de abril de 2024 https://www.churchhistorianspress.org/at-the-pulpit/part-3/chapter-33