Asociación de Mejoramiento Mutuo de las Mujeres Jóvenes del Barrio Once de Salt Lake City
Salt Lake City, Territorio de Utah
1 de febrero de 1882
La oración es la llave que abrirá las compuertas del conocimiento16.
Es la roca fundamental de la vida de todo cristiano, y podemos decir sin temor a equivocarnos que, sin conocimiento, nadie puede alcanzar una posición de utilidad en el Reino de Dios.
Sabemos que nuestro Salvador, a quien todos deberíamos elegir como nuestro modelo a seguir, oraba con frecuencia; y en el Evangelio según San Lucas, capítulo 22, versículos 39 y 40, después de haber administrado la última cena a Sus apóstoles, leemos: “Y saliendo, se fue, como solía, al monte de los Olivos; y sus discípulos también le siguieron. Y cuando llegó a aquel lugar, les dijo: Orad para que no entréis en tentación”17.
De estas pocas palabras de nuestro Salvador aprendemos que la oración también es una salvaguardia que nos refrenará de hacer lo malo en la hora de tentación.
Por medio de la oración, nuestra fe se fortalece, nuestra capacidad de comprensión aumenta y recibimos poder para discernir el bien del mal.
Por medio de la oración somos guiados a buscar la verdad y aprendemos a amar y a guardar las leyes de rectitud que se establecen en Su Iglesia y reino, y mediante las cuales podemos ser llevados de regreso a la santa y divina presencia de nuestro Dios.
Por medio de la oración, las ventanas de los cielos se abren, y se derraman bendiciones sobre nuestra cabeza y sobre aquellos a los que amamos y por quienes oramos18.
Por medio de la oración, las tinieblas que durante siglos se habían cernido sobre la tierra se disiparon, y la luz de la verdad sempiterna resplandeció; porque fue mientras José Smith —por entonces apenas un muchacho— estaba orando a Dios para saber cuál de todas las doctrinas que había oído predicar era verdadera que la verdad fue revelada, para que quienes vivían en los días de José el Profeta conocieran la verdad, así como las generaciones por venir.
Si leen la Biblia, el Libro de Mormón y otros buenos libros, aprenderán que todas las personas buenas y grandes fueron aquellas que oraban a Dios, porque esa es la única manera de llegar a ser bueno y grande. Mis jóvenes amigas, es bueno que, mientras recorren esta travesía de la vida, recuerden que no hay prisión tan oscura, ni hoyo tan profundo, ni extensión de envergadura tal, que el Espíritu de Dios no pueda penetrar; y cuando todos los demás privilegios nos son negados, podemos orar y Dios nos escuchará19. Esto nadie nos lo puede quitar. Pero recuerden que es un don sumamente valioso, es algo que se debe cultivar; y cuando la voz suave y apacible susurre: “vayan y oren”, ustedes deben obedecer, porque no hacerlo contrista al Espíritu, y con el tiempo la voz se apaga.
Si en algún momento sienten el peso abrumador de la decepción o la pena, recuerden que aunque sus oraciones apenas sean como los gemidos del más frágil de los bebés, Dios, que es más amoroso que la más tierna de las madres, les oirá y responderá20. Pero no podemos decir que responderá siempre según los deseos de su mente; sin embargo, en Su gran sabiduría, Él ve y sabe lo que es mejor para ustedes, y responderá conforme a Su sabiduría.
A los jóvenes diremos: Sean dedicados a la oración; pidan a Dios que inspire su corazón con aspiraciones nobles y les ayude a llegar a ser buenos y grandes en Su Iglesia y reino. Y que cuando lleguen al final de su vida puedan hallar ese espíritu de paz que había en nuestro Señor cuando se apareció a Sus discípulos después de Su resurrección, y pronunció esas dulces palabras: “Paz a vosotros”21.
Que Dios les dé Su Espíritu para que puedan buscarlo a Él, es mi ruego, en el nombre de Jesucristo. Amén.
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El poder de la oración, En el Púlpito, accessed 23 de abril de 2024 https://www.churchhistorianspress.org/at-the-pulpit/part-2/chapter-19