Capítulo adicional 7

Obtener luz por medio de la indagación

Véase video.byui.edu para escuchar una grabación del discurso original.

Devocional

Auditorio Centro de la Universidad Brigham Young–Idaho, Rexburg, Idaho

1 de julio de 2014


Julie Barrott Willis (n. 1957) ha sido una apasionada de la tierra desde su infancia. Cuando iba de aventuras con su papá, mientras él salía a cazar pájaros ella dibujaba bocetos de las carreteras y los senderos por los que pasaban. Siempre estaba pensando en la tierra y en cómo se había formado. También se sentía cautivada por la cordillera Teton, la cual veía a lo lejos cuando crecía en Idaho1. Cuando fue misionera en Nueva Zelanda, sus compañeras la convencieron de que cambiara su maestría en Geología por algo que presumiblemente ayudaría más a la gente. Pensó que tal vez podría estudiar Trabajo Social, pero en su vuelo de regreso a casa hubo un punto de inflexión. Al contemplar el paisaje del oeste de los Estados Unidos a través de la ventanilla, volvió a sentir ese amor por la tierra, y supo que ella era una geóloga2.

Cuando era niña, la pequeña Willis hacía preguntas. Tenía que tener paciencia y ser diligente para encontrar respuestas, escudriñando libros y hablando con las personas que la rodeaban. Ella supone que no era distinta de otros niños curiosos, pero se pregunta si sus padres eran diferentes de otros padres. “Ellos me ayudaron a entender que hacer preguntas es bueno; así es como progresamos y aprendemos”. Descubrió que el cuestionamiento no siempre significa duda o controversia, y que las preguntas tienen respuestas3. Como científica, ella ha aprendido el valor de las preguntas que una rápida búsqueda en internet no puede responder.

Un sábado, durante el primer año de la hermana Willis en la escuela secundaria, se quedó sola en casa para ponerse al día con algunas tareas escolares. Al tener nueve hermanos, la soledad era algo desconocido y memorable. Comenzó con sus tareas de Seminario. Semanas atrás, leyó desde el principio del libro de Mateo hasta el final de Juan. Ella dice que, cuando terminó de leer aquel día, recibió la “raíz primaria” de su testimonio: “una firme convicción de la vida, los milagros y el amor de Salvador” que permanece con ella en momentos de “duda, frustración y controversia”4.

La hermana Willis se casó con un compañero geólogo, Grant Curtis Willis, en 1984, y finalizó su maestría en la Universidad Brigham Young en 19855. En 2003 comenzó un programa de doctorado en la Universidad de Utah, al sentir que había llegado el momento de obtener el doctorado en Geología que había pospuesto para quedarse en casa cuando sus tres hijos eran pequeños6. Después de aceptar un empleo en BYU–Idaho en 20087, la hermana Willis se dio cuenta de que sus preguntas aumentaban para incluir cómo enseñar y guiar mejor a los alumnos. Ella les enseña a hacerse cargo de sus preguntas de investigación para que puedan llegar a ser eruditos versados e independientes8.

La hermana Willis dio este discurso en el Auditorio Centro de BYU–Idaho, en la semana de la festividad del Cuatro de Julio. Por ser un día feriado, solo unos pocos miles de alumnos asistieron, pero ella sintió que aquellos que necesitaran escuchar su mensaje lo encontrarían9. Ella dice: “No suficientes personas entienden… que las preguntas son buenas… Pueden brindar luz y entendimiento”10.

Como muchos de ustedes, yo coleccionaba piedras bonitas cuando era niña. No solo las coleccionaba, sino que hacía preguntas sobre cada una de ellas: ¿Qué tipo de piedra es? ¿Cómo adquirió esos colores? ¿Por qué no brilla? Puede que mis preguntas volvieran un poco locos a mis padres, porque mis regalos de Navidad pronto pasaron de las muñecas a un juego de identificación de rocas y libros sobre la tierra11.

Monte Moran, en la cordillera Teton

Cordillera Teton Aproximadamente 2014. Monte Moran. Fotografía por John W. Barrott. (Utilizada con permiso).

Esta bella imagen del monte Moran, en la cordillera Teton, tomada por mi hermano John, refleja una pregunta fundamental que ayudó a darle forma a mis estudios. La pregunta en realidad es irrelevante; lo importante es que yo dejé a un lado la serenidad del paisaje para hacer una pregunta. ¿Qué pregunta harían ustedes sobre esta escena? Probablemente depende de sus antecedentes y sus intereses. Un amante de las actividades al aire libre podría preguntar en cuanto a rutas de escalada; un botánico tal vez se pregunte acerca de los efectos de la glaciación sobre las coníferas; un artista quizás desee saber cómo captar mejor los reflejos en el lago; y un geólogo podría preguntar por las fuerzas tectónicas que formaron las montañas. La variedad y profundidad de las preguntas que se pueden hacer sobre un simple paisaje de montaña pueden ser tan numerosas como las personas que lo miran.

La habilidad y el deseo de formular preguntas y buscar respuestas es un atributo exclusivamente humano que es crucial para los avances científicos, artísticos y religiosos de la humanidad. Comenzamos a hacer preguntas a muy temprana edad, como sabe cualquiera que tenga un hijo o una hija precoz de tres años. Esto sugiere que venimos a la tierra con un espíritu inquisitivo, y que aprender por medio de las preguntas y de la búsqueda es una razón por la que nuestros Padres Celestiales nos han dado el don de la vida terrenal.

El hermano Michael Otterson afirmó en un devocional en BYU–Idaho que “el hacerse preguntas, indagar, buscar y explorar, cuando va acompañado de una actitud de superación personal y enriquecimiento espiritual, no solo es uno de los gozos de la vida, sino que es absolutamente esencial para nuestro progreso constante”12. En otras palabras, las preguntas son la clave del progreso.

El papel que desempeñan las preguntas en la Iglesia ha recibido una reciente atención mediática que tal vez haga que se pregunten por qué escogería un tema que algunas personas podrían considerar controvertido13. Permítanme explicarme. Hace algunos meses, cuando me pidieron que hablara en un devocional, elaboré una larga lista de temas que poco a poco quedaron reducidos a dos. Justo antes de que venciera mi plazo para entregar el título de mi discurso —sí, los oradores en devocionales también tenemos plazos de entrega— me arrodillé en oración y pregunté qué tema sería de mayor provecho para ustedes. Yo esperaba que la respuesta fuera: “Simplemente elige uno; ambos son fantásticos”. Pero me desperté con la clara impresión de que ninguno de los temas era el correcto. Debía hablar acerca de las preguntas. Puede que la reciente controversia en cuanto al hecho de hacer preguntas haya dejado a algunos de ustedes con preguntas sin respuesta; creo que esa es una de las razones por las que recibí la impresión de hablar sobre este oportuno tema.

Hay tres aspectos primordiales sobre las preguntas y el hecho de hacer preguntas que me gustaría destacar hoy:

  1. Hacer preguntas es parte de nuestra herencia religiosa.

  2. Las preguntas de diversas clases pueden ser una fuente de estímulo intelectual y de luz.

  3. Las preguntas difíciles no están prohibidas, y se pueden considerar con fe y con luz.

Mi ruego es que ustedes se vayan hoy de aquí con un mayor deseo de estar activamente dispuestos a formular preguntas y buscar respuestas en sus propias vidas, y con mayor confianza para hacerlo.

La historia sugiere que las preguntas han sido y continúan siendo importantes en la Iglesia de Jesucristo. Las Escrituras, así como los líderes antiguos y modernos de la Iglesia, sostienen que debemos entregarnos de manera activa a la práctica de formular preguntas. Nefi señala que, si no hacemos preguntas sobre asuntos que no entendemos, permaneceremos en tinieblas:

“Por tanto, si después de haber hablado yo estas palabras, no podéis entenderlas, será porque no pedís ni llamáis; así que no sois llevados a la luz, sino que debéis perecer en las tinieblas”14.

Las palabras de Nefi sugieren que hacer preguntas es esencial para recibir luz espiritual, y es el primer paso para abrir las compuertas de nuestra mente a la posibilidad de recibir respuestas. Si nunca abrimos las compuertas, nos privamos de la oportunidad de aprender y recibir luz.

José Smith, siguiendo la impresión que recibió cuando leyó el capítulo 1 de Santiago, se dirigió hacia la luz de la que habla Nefi cuando hizo una pregunta crucial: ¿A cuál de todas las Iglesias debía unirse?15. Y es significativo que, después de recibir la respuesta a esa pregunta, José continuó preguntando y buscando de manera activa. Si se hubiera quedado con la respuesta a su primera pregunta, poco sabríamos de verdades tales como el poder de la Expiación, la necesidad de los templos y el propósito de la vida.

Su testimonio, como el del profeta José, probablemente comenzó con la búsqueda de la respuesta a una pregunta; y, como él, ustedes pueden continuar recibiendo luz y conocimiento al hacer preguntas sobre los temas del Evangelio.

El modelo que siguió el profeta José al preguntar y buscar fue la base de la restauración de la Iglesia de Jesucristo, y los líderes de la Iglesia continúan alentándonos a seguir ese modelo en la actualidad. Por poner un ejemplo, hace unos años yo estaba en el Centro BYU–Idaho cuando la hermana Julie B. Beck, que fue Presidenta General de la Sociedad de Socorro, dirigió una reunión en la que nos alentó a formular preguntas sobre la vida y el Evangelio16. Luego invitó a algunas personas a compartir sus preguntas. En lugar de simplemente responder, la hermana Beck abrió su ejemplar de las Escrituras y nos ayudó a descubrir juntos las respuestas. Al principio me pregunté por qué no daba un discurso como los de la conferencia general sin más, pero al participar activamente en la búsqueda de respuestas con ella, me di cuenta de su sabiduría. Ella estaba ayudando a las personas a aprender a salir de las tinieblas de la ignorancia para adentrarse en la luz del entendimiento, exactamente como sugirió Nefi. El élder David A. Bednar enseñó que los padres pueden repetir esa experiencia en sus hogares17. Él dijo:

“Imagínense… una noche de hogar en la que se invita y se espera que los hijos vayan preparados para hacer preguntas acerca de lo que leen y aprenden del Libro de Mormón, o sobre un tema que recientemente se haya recalcado en una conversación sobre el Evangelio… E imagínense, además, que los hijos hacen preguntas que los padres no están adecuadamente preparados para contestar… Qué oportunidad tan gloriosa para que los miembros de la familia escudriñen juntos las Escrituras… y reciban instrucción del Espíritu Santo”18.

El proceso de preguntar y buscar no se limita al hogar en el que hay niños. Cualquier persona puede hacer lo que sugiere el élder Bednar y preguntar acerca de los pasajes de las Escrituras que leyó, o de una conversación que escuchó sobre el Evangelio; luego cualquier persona puede buscar respuestas y solicitar la instrucción del Espíritu Santo. Este es un poderoso concepto. ¿Lo están poniendo en práctica en sus vidas?

¿Cuáles son sus preguntas en cuanto a los asuntos espirituales? Probablemente difieran de las preguntas de sus amigos y familiares, porque los intereses, la profundidad del entendimiento espiritual y las experiencias de la vida varían. Por ejemplo, la madurez espiritual de Nefi era superior a la de sus hermanos; él tuvo la fe para hacer preguntas profundas del Evangelio y la base de conocimiento para entender las respuestas, mientras que sus hermanos no tuvieron ninguna de las dos cosas. Pero, según Nefi, no todo estaba perdido; sus hermanos podían desarrollar sus capacidades si guardaban los mandamientos, creían que podían recibir y no endurecían sus corazones19. La elección de preguntar y recibir estaba en sus manos.

Hoy me gustaría analizar cuatro categorías de preguntas que pueden darnos luz y entendimiento:

  1. Preguntas sobre la doctrina del Evangelio

  2. Preguntas que requieren reflexión personal

  3. Solicitud de guía

  4. Preguntas sobre el sufrimiento humano

Preguntas sobre la doctrina del Evangelio

Estas preguntas se centran en la doctrina de la Iglesia, y un deliberado análisis de las Escrituras facilita la recepción de respuestas. Las preguntas sobre doctrina van desde una simple búsqueda para comprender una sola palabra, a búsquedas complejas sobre temas doctrinales más profundos, que duran toda la vida. Y una puede conducir a otra.

Por ejemplo, el hermano Chris M. Wilson definió la luz en el devocional de la semana pasada, pero la lucha por comprender el poder de la luz espiritual puede conducir a nuevas percepciones cada vez que se leen las Escrituras20. He aprendido que, cuando una pregunta sobre la doctrina refleja un deseo sincero de saber, buscar respuestas puede ser interesante intelectual así como espiritualmente, y puede transformar el estudio del Evangelio de una lectura pasiva a una búsqueda activa; de una tarea en una lista de cosas por hacer, a una actividad acuciante y anhelada; de la repetición a la revelación.

El hermano Hugh Nibley, uno de los más prolíficos investigadores de la doctrina de la Iglesia SUD y un hombre profundamente espiritual, escribió:

“Si fuera cinco veces al templo y no sucediera nada, dejaría de ir. Pero he ido cientos de veces, y las altas expectativas de recibir nuevo conocimiento con las cuales subo al monte cada semana nunca quedan frustradas”21.

La primera vez que leí las palabras del hermano Nibley, me pregunté cómo era capaz de hacer eso porque, para ser honesta, mis experiencias en el templo, aunque agradables, generalmente no eran momentos de instrucción espiritual. Un día, mientras meditaba en el templo acerca de esto, recibí un destello de inspiración. El hermano Nibley iba al templo con una pregunta específica del Evangelio, mientras que yo acudía normalmente en busca de paz o guía en cuanto a una decisión. Si deseo recibir instrucción, debo llevar una pregunta porque, como Nefi enseñó, los misterios de Dios se revelan solo a quienes buscan con diligencia22.

Testifico que, si no hacemos preguntas sobre la doctrina cuando asistimos al templo y estudiamos las Escrituras, nos perdemos una clave esencial del progreso y el gozo de recibir la luz de la revelación.

Preguntas que requieren reflexión personal

Un segundo tipo de preguntas que pueden ayudar a aumentar la luz espiritual es el que desencadena la reflexión personal. Nuestro hijo, el élder Jacob Willis, que actualmente presta servicio en la Misión Virginia Chesapeake, es muy bueno al hacernos preguntas para reflexionar en sus correos electrónicos semanales a la familia. Esas preguntas requieren que analicemos nuestros testimonios, profundicemos en nuestra fe y, algunas veces, hagamos cambios en nuestras vidas.

Hace poco, el élder Willis preguntó: “¿Qué pasaje del Libro de Mormón les ha ayudado más en su vida?”. Esta sencilla pregunta guió mi estudio de las Escrituras durante varios días. Me hizo pensar profundamente en el Libro de Mormón y en mi vida, a medida que releía pasajes marcados de las Escrituras y meditaba en su influencia. Uno de esos pasajes es una de mis preguntas favoritas para reflexionar; se la hizo Alma a los miembros de la Iglesia: “Y ahora os digo, hermanos míos, si habéis experimentado un cambio en el corazón, y si habéis sentido el deseo de cantar la canción del amor que redime, quisiera preguntaros: ¿Podéis sentir esto ahora?”23. Alma básicamente está preguntando: ¿Están en la luz o en las tinieblas?

Una reflexión personal como la propuesta por Alma puede ayudarnos a hacer cambios difíciles pero necesarios en el rumbo de nuestras vidas. Para ilustrarlo, me gustaría compartir una historia sobre nuestro hijo mayor, Tyler, que recientemente subió al monte Orizaba, la montaña más alta de México y la tercera más alta de los Estados Unidos.

Tayler y un amigo comenzaron su extenuante ascenso a las dos de la madrugada de una fría y clara noche de abril. Al sortear los enormes e imprevistos cristales de hielo que se habían formado en el glaciar se retrasaron tanto que se hallaban escalando a una hora del día en que podían estallar peligrosas tormentas eléctricas. A medida que se acercaba a la cima, Tyler se percató de unas amenazantes y enormes nubes negras que la montaña le había impedido que viera. Así que, a cien metros de la cima, tuvo que tomar una decisión: “¿Acabo la escalada y me expongo a la tormenta o doy la vuelta ahora?”. Más tarde compartió la reflexión introspectiva que le ayudó a tomar la difícil decisión de dar la vuelta: “Si muero en esta montaña”, pensó, “otra persona criará a mi hija”. Al meditar en este relato tal vez deseen reflexionar en su senda. ¿Les conducirá a la seguridad espiritual? ¿Están dispuestos a tomar la decisión difícil de dar la vuelta si un amigo les advierte que se dirigen hacia una tormenta espiritual?

Preguntas que conducen a recibir guía

La solicitud de la guía del Padre Celestial representa mi tercera categoría de preguntas. Las preguntas para recibir guía varían significativamente según la etapa de la vida en la que se encuentren, y pueden incluir: “¿Dónde debo vivir?”, “¿en qué me debería especializar?” o, para los alumnos casados, “¿cómo vamos a acabar ambos nuestros estudios universitarios?”. Probablemente han oído hablar de personas que reciben una respuesta directa a preguntas como estas, y simplemente deben seguir el sendero bien iluminado. Aunque promueven la fe, he observado que este nivel de guía es menos frecuente; la respuesta más típica es el silencio.

Ese silencio puede ser desalentador y conducir a la amargura o al temor de que el Padre Celestial no se preocupa por ustedes tanto como por otra persona que recibió una respuesta directa. Testifico que no es así, y me gustaría sugerir una perspectiva diferente. En realidad, el silencio es un fuerte voto de confianza. Es la manera que tiene el Padre Celestial de decir: “Sé que puedes tomar esta decisión por ti mismo, realmente puedes, y desarrollarás más cualidades divinas en el proceso”.

Nuestra hija, Emily, describe la oscuridad de una solicitud de guía sin respuesta como estar en medio de una habitación donde no hay ni un destello de luz. Ella sabe que hay un interruptor, pero su ubicación es un misterio. Se siente tentada a permanecer en la seguridad del lugar donde se encuentra, pero elegir la seguridad significa no hallar nunca la luz. Así que avanza vacilante, asegurando con cuidado cada paso, resuelta a encontrar una pared, porque los interruptores de la luz suelen estar en las paredes.

Vi cómo Emily ponía en práctica esta metáfora cuando se acercaba su graduación en la universidad; curiosamente, aunque sentía que se movía en la oscuridad, desarrolló una luz interior cuyo rayo era lo suficientemente brillante como para iluminar su siguiente paso. Aprendió a confiar no solo en el Padre Celestial, sino en su propio faro interior. Este tipo de fortaleza no habría podido generarse si el Padre Celestial hubiera guiado sus pasos con brillantes luces LED.

Preguntas sobre el sufrimiento humano

El proceso de buscar respuestas no es más conmovedor que cuando hacemos preguntas sobre el sufrimiento humano, la última categoría de la que hablaré antes de pasar al tema de aceptar las preguntas difíciles con gusto. Las preguntas sobre el sufrimiento humano a menudo comienzan con las palabras “por qué”. Algunos se centran en las tragedias del mundo: “¿Por qué hay tsunamis y tifones que matan a decenas de miles de personas?”. Otros ponen su foco de atención en los infortunios de quienes están cerca: “¿Por qué aquel automóvil atropelló y mató a mi sobrina?”. Y otros incluso se centran en sus dificultades personales: “¿Por qué fue contestada mi oración para encontrar las llaves del auto pero no así mis oraciones para encontrar esposa?”24.

Este tipo de preguntas a menudo surgen en situaciones desgarradoras que resultan de compartir la tierra con los desastres naturales, la enfermedad y otras personas. En otras palabras, las pruebas son parte de la vida, y su presencia no es algo determinante de nuestra rectitud personal. El presidente James E. Faust declaró:

“A la vida de cada persona llegan los días de dolor, desesperación, adversidad y golpes. Parece que hay angustia, dolor y desilusiones de sobra para todos, incluso para aquellos que con la mayor sinceridad buscan hacer lo justo y permanecer fieles”25.

Encontrar respuesta a una pregunta personal de “por qué” puede ser un proceso difícil y largo. La esposa de mi sobrino, Jessica George, que sufre una debilitante enfermedad que la deja prácticamente postrada en cama, explica en la revista Ensign de este mes: “Con el transcurso de los años… comencé a entender que, aunque este no era el futuro que había esperado, era exactamente la vida que Dios había planeado para mí”26.

Su respuesta suena cierta, porque le fue revelada a ella para su vida. No se la declaró una amiga bienintencionada sin mayordomía para recibir revelación. Mi padre, un médico que vio el sufrimiento de muchos, creía que era mejor no decir a las personas que su prueba particular era parte del plan de Dios para ellos. ¿Por qué? Porque puede que no sea verdad; tal vez “así es la vida”. En ocasiones, la mejor respuesta a una pregunta de “por qué” es un simple “no lo sé”. Testifico que Dios nos consolará en la vida aun cuando no nos proteja de la vida, y que este consuelo puede brindar luz a las tinieblas de la tragedia.

Brevemente he sugerido maneras en que cuatro categorías de preguntas pueden aportar luz a sus vidas. Algunas preguntas, como las solicitudes de guía que no reciben respuesta y las preguntas sobre el sufrimiento humano, puede que requieran tiempo, fe y disposición para aceptar el silencio o un “no lo sé” como respuesta. Esto no es fácil.

De manera similar, buscar respuestas a preguntas doctrinales difíciles puede ser un proceso largo y difícil que parece estar desprovisto de luz. De hecho, puede que en este momento algunos de ustedes estén pensando: “Un amigo mío o yo tenemos preguntas sobre el Evangelio que no sentimos que proporcionen luz; en realidad parecen producir justo lo contrario”. Preguntar y buscar respuestas a esas preguntas difíciles puede ser una parte importante en el desarrollo espiritual de algunas personas, aunque no de todas. Para aquellos que tienen ese tipo de preguntas, no buscar respuestas es como perecer en las tinieblas, mientras que aceptar con gusto la pregunta puede proporcionar el gozo de buscar y la posibilidad de resolver.

Cuando se enfrentan a una inquietante pregunta sobre el Evangelio, tal vez sientan que la oscuridad y la confusión dominan su vida, y que están solos en su lucha. El presidente Uchtdorf insinuó que muchos miembros fieles de la Iglesia se sienten identificados con esos sentimientos cuando declaró: “Hay pocos miembros de la Iglesia que, en algún momento u otro, no hayan luchado con preguntas serias o delicadas”27.

Deseo compartir algunas reflexiones que me han ayudado a hacer frente a preguntas difíciles; estas no pretenden ser respuestas a sus preguntas, ni subestimar la complejidad de sus desafíos; las comparto para ayudarles a mantener la luz a medida que buscan la solución.

Comenzaré con una historia que contó M. Sue Bergin en un ejemplar reciente de la revista BYU Magazine. Cito:

“Cuando Tom Puzey era adolescente, llegaron a desconcertarle los argumentos que ponían en tela de juicio sus creencias religiosas. Acudió a su padre… angustiado y dudando de todo lo que se le había enseñado. Su padre sonrió, lo abrazó y dijo: ‘Es maravilloso’. Luego su padre le dijo: ‘Está bien hacerse preguntas… Lo resolverás. Y, Tommy… vas a estar bien’”28.

Más adelante Tom se dio cuenta de que creía a su padre, el cual le dio confianza adicional para resolver sus dudas.

Este relato contiene tres aspectos clave: Primero, está bien hacer preguntas; el hacer preguntas no nos convierte en rebeldes. Segundo, si alguien acude a ustedes con dudas, traten de no escandalizarse ni desalentarse; más bien hagan como hizo el padre de Tom, y háganle saber que confían en su capacidad para resolver sus preguntas. Promuevan la conversación y la investigación sinceras, tal como hizo activamente La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días en una declaración oficial del 11 de junio de 2014: “La Iglesia es una familia formada por millones de personas con bagajes y opiniones diversas. Hay lugar para las preguntas, y las conversaciones sinceras son bienvenidas”29. Tercero, si están batallando con preguntas difíciles, confíen en ustedes mismos, como hizo Tom, y en que pueden mantener su base espiritual si deciden hacerlo. Saber eso me brinda consuelo.

El hermano Michael Otterson, que es converso a la Iglesia y actualmente director general de Asuntos Públicos de la Iglesia, tiene preguntas sin resolver:

“Tenía dos grandes preguntas con las cuales había luchado mucho, y a las que los misioneros no habían podido dar una respuesta satisfactoria. Tampoco encontraba respuestas en la literatura de la Iglesia… Dado que no podía resolverlas, decidí dejarlas en el estante, en espera de solucionarlas en el futuro”30.

A pesar de sus preguntas sin resolver, el hermano Otterson se bautizó, y ha prestado servicio en la Iglesia por muchos años. Su ejemplo indica que pueden seguir acudiendo a las reuniones de la Iglesia y cumpliendo con sus llamamientos en la Iglesia incluso mientras buscan las respuestas a sus preguntas. Hacerlo no les convierte en hipócritas ni hace que su servicio tenga menos valor. De hecho, el presidente Uchtdorf sugiere que uno de los propósitos de la Iglesia es proporcionar un lugar seguro donde todos, incluso los que tienen desafíos, puedan “nutrir y cultivar la semilla de la fe”31.

Un principio que he aprendido en cuanto a hacer preguntas difíciles se encuentra en el poema “No todo el oro reluce”, del libro de J.R.R. Tolkien El Señor de los anillos:

“No todo el oro reluce,

ni todos los que van errantes andan perdidos;

el viejo que es fuerte no se marchita,

a las raíces profundas no llega la escarcha”32.

La primera vez que leí este poema era una joven adulta, y la última línea, “a las raíces profundas no llega la escarcha”, me ayudó a darme cuenta pronto en la vida de que, si deseo mantener mi luz espiritual, debo desarrollar una raíz profunda que esté protegida de la escarcha de la duda. Mi raíz es el amor que siento por el Salvador y mi creencia en Él. Creo en el milagro de Su nacimiento y en Sus milagros; siento Su amor cuando estudio Sus palabras; siento angustia junto a María en Su sepulcro y me regocijo en Su triunfo final sobre la muerte y el pecado33. Declaro con Pedro que “[Él es] el Cristo, el Hijo del Dios viviente”34, y con José Smith “¡[que] vive!”35.

Mi testimonio del Salvador me ha ayudado a superar muchas experiencias difíciles, incluso a resolver preguntas sobre temas delicados. Me gustaría compartir una de esas experiencias; no compartiré los detalles de mi pregunta ni mi respuesta, porque deseo que ustedes sientan el gozo de descubrir y resolver sus propias preguntas. A medida que comparto mi experiencia, fíjense en cuándo aprendí o apliqué estos principios:

  • Ser madura (las pataletas cierran puertas).

  • Dejar en el estante la pregunta, no el Evangelio.

  • No ponerse plazos.

  • Tener en cuenta que las ideas provienen tanto de fuentes de la Iglesia como de fuentes que no son de la Iglesia.

  • Contrastar las ideas con la doctrina del Evangelio.

Cuando era adolescente, me atormentaban algunas preguntas sobre un tema concreto del Evangelio. Cuando comencé a hacerme preguntas despotricaba contra mí misma con tono exigente: “Por qué, por qué es así; simplemente no lo entiendo”. No es de extrañar que no recibiera respuestas mientras me hallaba en aquella etapa. Tal como un padre puede dejar que un hijo monte un escándalo en privado en cuanto a un asunto familiar, el Padre Celestial me dejó patalear sola. Él no iba a intentar comunicarse conmigo, porque yo no estaba preparada para escuchar ni para entender las respuestas. En lugar de apartarme de mi fe por causa de un asunto sin resolver, dejé mi pregunta a un lado por algunos años. Entretanto serví una misión, leí y estudié las Escrituras y maduré espiritualmente. La pregunta nunca se fue del todo, pero decidí conformarme temporalmente con un “no lo sé”.

Más adelante, cuando tomé la pregunta del estante, yo estaba más receptiva. Ya no exigía una respuesta, y no puse límites al tiempo, ni a la manera o el lugar en que recibía entendimiento. La respuesta no llegó toda de una sola vez. Las ideas llegaban en momentos y lugares extraños: mientras leía un artículo en una revista que no era de la Iglesia y alguien había dejado en un aeropuerto; evaluando un análisis estadístico en un periódico; escuchando una conversación en un consejo de barrio; o fregando los platos. Descubrí con sorpresa que muchas de mis ideas no llegaban mientras escuchaba la conferencia general o durante mi estudio de las Escrituras, pero cuando recibía una podía darme cuenta de cómo encajaba directamente con esas fuentes.

A lo largo de un período de varios años mi respuesta se construyó “línea sobre línea”36. Fue como si un regulador de intensidad en mi cerebro fuera gradualmente aumentando su luz. Hace unos pocos años pensaba que había recibido todas las respuestas que podía tener en cuanto a aquel asunto, aun cuando todavía había un aspecto sin resolver. Pero estoy feliz de decirles que, mientras preparaba este discurso, mi hija compartió conmigo un artículo escrito por un fiel erudito Santo de los Últimos Días que me brindó una nueva perspectiva. Ahora estoy analizando cómo encaja con mis anteriores ideas y con la doctrina de la Iglesia. Y la luz se ha hecho aun más brillante; de hecho resplandece.

¿Qué habría pasado si nunca hubiera hecho esa pregunta, o si hubiera preguntado y no hubiera procurado resolverla más allá de lo que hubiera podido encontrar en Google o en las primeras páginas del Libro de Mormón? Es probable que mi vida siguiera estando bien, pero creo que es más rica gracias a que pregunté y me esforcé pacientemente durante años para ser conducida, como enseña Nefi, “a la luz”37.

Al hablarle a José Smith, el Salvador confirma que hacer preguntas es una manera de hallar gozo y luz en el Evangelio:

“De cierto, de cierto te digo: Te daré de mi Espíritu, el cual iluminará tu mente y llenará tu alma de gozo; y entonces conocerás, o por este medio sabrás, todas las cosas que de mí deseares, que corresponden a la rectitud, con fe, creyendo en mí que recibirás”38.

Afirmo que hacer preguntas es parte de nuestra herencia religiosa, que hay muchos tipos de preguntas que pueden aportar luz a nuestra vida, y que el hacer preguntas, incluso sobre temas difíciles, no es tabú. El diálogo abierto y el compartir pensamientos sobre luchas similares son parte de edificar una comunidad de santos. Cuando se vayan a casa hoy, espero que tengan el valor y el entendimiento para hacer las preguntas que más les ayudarán a adquirir luz espiritual. Quizás pueden comenzar con una de estas:

  • ¿Qué pregunta estimulará más mi estudio del Evangelio?

  • ¿Qué pasaje de las Escrituras ha influido más en mi vida?

  • ¿Me conducirá mi rumbo actual a una tormenta espiritual?

  • ¿Es la raíz de mi fe lo suficientemente profunda para resistir la escarcha de la duda?

  • ¿Tengo preguntas sin resolver que debería dejar temporalmente en un estante?

Para acabar me gustaría expresar mi amor por aquellos que luchan y cuyas preguntas todavía no han recibido respuesta. Ruego que hallen paz y sientan el amor del Salvador. Agradezco a los que han hecho que este devocional sea posible, especialmente a mi familia por compartir pensamientos y relatos. En el nombre de Jesucristo. Amén.

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Obtener luz por medio de la indagación, En el Púlpito, accessed 26 de abril de 2024 https://www.churchhistorianspress.org/at-the-pulpit/bonus-chapters/bonus-7