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Sean pacientes y dispuestas a perdonar

Sociedad de Socorro de Beaver

Tabernáculo, Beaver, Territorio de Utah

4 de noviembre de 1869


Jane Harper Neyman [Fisher] (1792–1880) se dirigió a la Sociedad de Socorro de Beaver el 4 de noviembre de 1869, y habló sobre la debilidad humana y la caridad. Neyman nació y creció en la región occidental de Pensilvania. Se bautizó en 1838 y, junto a su esposo, William Neyman, se trasladó a Nauvoo, Illinois, en 1840, donde William murió a los pocos meses. Su segundo esposo, Thomas G. Fisher, murió poco después de su matrimonio en 1844. Ese año Neyman perdió a otros cuatro miembros de su familia1.

Neyman y sus hijos padecieron gran pobreza en Nauvoo. Las actas de la Sociedad de Socorro de Nauvoo recogen la preocupación que había el 28 de abril de 1842 por “la viuda Neyman”, que se hallaba “en la indigencia”2. Emma Hale Smith solicitó que se hiciera una investigación en cuanto al hogar de Neyman, evidentemente porque las hijas de esta, Matilda y Margaret, habían sido acusadas de inmoralidad sexual con Chauncey Higbee3. En mayo de 1842, las hermanas Neyman testificaron ante el sumo consejo de Nauvoo que Higbee las había seducido invocando la autoridad de José Smith4. Los hechos deben haber causado una gran cantidad de chismes. El obituario de Jane Neyman decía que “José Smith fue su amigo constante; él reprendió a aquellos que falsamente la calumniaban”5. Su hija, Mary Ann Nickerson, se unió a la Sociedad de Socorro de Nauvoo el 12 de mayo de 1842, pero cuando Jane Neyman solicitó ser miembro el 14 de julio de 1842 hubo objeción, lo más probable por causa de los incidentes con sus otras hijas, y no fue admitida6.

Posteriormente Neyman viajó a Utah con sus hijas Rachel Neyman y Mary Ann Nickerson. Ella cuidó de los enfermos durante la epidemia de cólera en las planicies “creyendo que si hacía todo lo posible por salvar a otros, el Señor le perdonaría la vida a ella, y así resultó ser”, según su amiga Louisa Barnes Pratt. Pratt explicó: “En muchas ocasiones, por medio de su fe, el poder de Dios se manifestó de una forma maravillosa”7. La familia Neyman se estableció en Beaver, Territorio de Utah, a trescientos veinte kilómetros (doscientas millas) al sur de Salt Lake City, y allí Neyman sirvió como la primera presidenta de la Sociedad de Socorro cuando esta se organizó el 11 de enero de 1868. Cuando Neyman escribió una carta invitando “a las honorables y caritativas damas de Beaver” a constituir una Sociedad de Socorro, señaló que sería “para socorrer a los pobres y afligidos entre nosotros, y para el beneficio mutuo de unas y otras, a fin de fomentar la lealtad a la causa de la verdad y todas las gracias cristianas; para visitar a nuestras hermanas enfermas y satisfacer sus necesidades, tanto temporales como espirituales”8. Su lema como presidenta era “[recoger] lo que ha quedado, para que no se pierda nada”. El 4 de marzo de 1869, a los setenta y ocho años, renunció a su llamamiento como presidenta “al considerar la carga demasiado pesada para ella, de una edad tan avanzada”9. En una reunión el 4 de noviembre de 1869, “quince hermanas fueron admitidas como nuevos miembros, todas ellas recomendadas por personas responsables”, y Neyman habló de la caridad y la unidad como elementos necesarios para ser miembros de la Sociedad de Socorro, un tema común en las enseñanzas de las mujeres mormonas del siglo diecinueve10.

Mamá Neyman trató en la reunión el tema de la caridad, alentando a todas a ser pacientes y dispuestas a perdonar; a abstenerse todo lo posible de escrutar la conducta de nuestro prójimo, y siempre recordar que somos humanos, por lo que cometeremos errores. Al parecer fue el acuerdo unánime del Espíritu que presidió la reunión que la acusación y la calumnia debían sufrir una muerte natural; que la caridad, que cubre multitud de pecados11, que no piensa el mal y es sufrida y benigna12, debía cavar la tumba y ayudar a enterrar toda malicia y toda envidia que en cualquier momento hubiera perturbado nuestra armonía y nuestra paz13, y en su lugar establecer la verdad y la integridad, hermanas gemelas de la caridad, y luego poner el credo mormón a la retaguardia para repeler el primer ataque del enemigo y poder ser advertidas a tiempo a fin de evitar un mal que pudiera destruir nuestra confianza mutua14. Todo esto, en esencia lo mismo aunque dicho en menos palabras, era sin duda el parecer de todos los presentes. Esperamos que nuestras nuevas hermanas entiendan lo que se espera de ellas en esta honorable hermandad: que vivan por encima del reproche y que, guardando la puerta de sus labios, eviten ser objeto de censura15.

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Sean pacientes y dispuestas a perdonar, En el Púlpito, accessed 18 de abril de 2024 https://www.churchhistorianspress.org/at-the-pulpit/part-1/chapter-12