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Una gran locomotora

Conferencia de junio de la Asociación de Mejoramiento Mutuo

Salón de Asambleas, Manzana del Templo, Salt Lake City, Utah

10 de junio de 1916


Amelia Flygare

Amelia Flygare. Aproximadamente década de 1910. La hermana Flygare prestó servicio como presidenta de la Asociación de Mejoramiento Mutuo de las Mujeres Jóvenes (YLMIA, por sus siglas en inglés) de la Estaca Weber entre 1911 y 1922. Además de su servicio en la YLMIA, sirvió también como la primera presidenta de la Sociedad de Socorro de su barrio. Ella y su esposo, Christian Flygare, participaban activamente en organizaciones de la comunidad y en el gobierno de la ciudad. (Fotografía en posesión de la familia. Por cortesía de Steve Coray).

Amelia Margaret Hansen Flygare (1866–1948) creía que cada persona hace contribuciones valiosas a la obra de Dios, tal como explicó en su discurso de 1916 a las oficiales de la Asociación de Mejoramiento Mutuo de las Mujeres Jóvenes (YLMIA). Hija de inmigrantes daneses, nació en Brigham City, Utah1. En 1887 se casó con Christian Flygare y tuvieron seis hijos y tres hijas2. Gracias a su actividad en la comunidad encontró maneras de servir que se ajustaban a las circunstancias de su familia. Por ejemplo, cuando sus hijos estaban en la escuela primaria, ella fue nombrada primera vicepresidenta de la Asociación de Jardines de Infantes de Ogden3. Cuando cuatro de sus hijos servían en la Primera Guerra Mundial, ella apoyaba causas patrióticas a nivel local, como la sección de Ogden de la Cruz Roja Americana y la Legión de Estrellas de Servicio de Ogden, una organización para familiares de personas que prestaban servicio en la guerra4. También fundó la organización Hijas de los Pioneros de Utah del condado de Weber, organizó el programa de niñas exploradoras (Girl Scouts) en Ogden, participó en el Partido Demócrata local y dirigió la sección femenina del Partido Demócrata del condado de Weber5.

La hermana Flygare participaba de manera activa en sus asignaciones en la Iglesia, tanto en su barrio de Ogden como en la Estaca Weber6. Prestó servicio en la presidencia de la YLMIA del Barrio Cinco de Ogden durante unos siete años7. Fue consejera de dos presidentas de la YLMIA de la Estaca Weber, y luego llegó a ser presidenta de la YLMIA de estaca durante once años8. La YLMIA de la Estaca Weber destacaba por su nivel de educación académica. Por ejemplo, el curso de estudio de su estaca en el verano de 1907 se centraba en músicos y escritores famosos y sus obras9.

Gracias a su labor y liderazgo a nivel local, Flygare participó también en la YLMIA a nivel general. Ella y otros líderes de estaca ayudaban a veces en la capacitación de oficiales locales en la conferencia anual combinada10. En 1916, año en que se dio el siguiente discurso, la YLMIA había crecido hasta convertirse en una importante organización con más de 34 000 jovencitas inscritas y más de 8000 oficiales11. La conferencia de ese año tuvo lugar del 8 al 11 de junio. Mientras algunas reuniones se hacían de manera combinada con los líderes de los Hombres Jóvenes, las integrantes de la mesa directiva de la YLMIA, presidida por la presidenta Mattie Horne Tingey, dirigían las sesiones de capacitación por separado en el Salón de Asambleas el día sábado. La hermana Flygare habló a los oficiales como parte de un panel sobre la “División de responsabilidades”. Otras presentaciones de esa mañana se centraron en la revista Young Woman’s Journal, en los cursos de estudio y en el número cada vez mayor de personas inscritas. Asistieron unas setecientas personas12. El discurso de cinco minutos de la hermana Flygare se publicó en la revista Young Woman’s Journal junto a otros discursos de esta reunión.

El tema que se me ha asignado es “La responsabilidad de los oficiales”: directores de música y de coro, miembros de comités y otros oficiales. El deber y la responsabilidad van de la mano.

Esta mañana no puedo dejar de hacer referencia a la parábola que nuestro Salvador nos ha dejado de manera tan bella acerca de los talentos. En esta parábola, Él explica que cada miembro de esta gran organización tiene un talento. A algunos se les da más que a otros, pero eso no significa que el que tiene el talento menor no deba hacer hincapié en él ni cultivarlo ni asumir la responsabilidad por ese talento. No entraré en detalles sobre los talentos, porque están en el capítulo 25 de San Mateo —están ahí para que los leamos, están para beneficiarnos— pero les diré que, cuando los hombres a quienes Dios mismo había dado los talentos fueron llevados ante Él, aquel a quien se le habían dado cinco talentos llegó y dijo: “Yo he duplicado los talentos que me diste”; y Jesús respondió: “Bien, buen siervo y fiel; sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré”. También dijo esto a aquel a quien había dado solamente dos talentos13. Eso es un gran estímulo para nosotros, porque ya sea que se nos llame a la presidencia, a la función de consejero o a cualquier función, nuestro lugar en esta gran obra significa tanto como el lugar más importante14. Se puede comparar, mis hermanos y hermanas, con una gran locomotora. Cada tornillito, cada rueda chiquita, cada pequeño mecanismo cumple una función a fin de mantener toda la maquinaria en armonía15. En nuestra Iglesia ocupamos un lugar propio, y no importa dónde se nos llame a trabajar, no importa cuál sea nuestra función, debemos hacer nuestra parte y hacerla con alegría; y cuando hagamos una parte, nuestras responsabilidades y talentos se sumarán, e iremos hacia adelante y hacia arriba, porque así está señalado.

Deseo llamar su atención a la directora de música, por ejemplo. En primer lugar, oficiales, se espera que elijamos a las personas que trabajan con nosotros, tal como nos ha dicho tan bellamente nuestra presidenta esta mañana, con sabiduría y con un corazón dedicado a la oración, de modo que podamos elegir a las personas más adecuadas que se ajusten a cada puesto en particular, aquellas a quienes Dios ha bendecido con talentos concretos, y entonces, cuando las hayamos elegido, debemos poner sobre ellas la responsabilidad16. Supervisen sus progresos y sus reveses, sin decir: “Ahora nos gustaría que desempeñara esta función” para luego darse la vuelta y decirle a otra persona: “Asegúrese de que lo haga, por favor”. ¿Saben que eso debilita nuestra fortaleza y nuestra confianza y debilita la confianza que ese miembro en particular tiene en nosotros? Si podemos hacer que una oficial sienta que ciertamente es obrera y que su posición es importante para esa asociación, creo que ella asumirá su parte.

Durante toda esta conferencia no pude evitar pensar que de poco sirve que yo tome cinco minutos. Sobre este tema concreto hemos visto un ejemplo tras otro. La hermana Cooper nos ha dirigido cuando hemos cantado17. Todos sabemos y sentimos que ella está realmente inspirada cuando nos dirige, y eso ha ayudado a inspirar a nuestras directoras de música de manera que irán a casa con el sentimiento de que también deben asumir las responsabilidades de liderazgo en ese llamamiento en particular. Incluso cuando ponemos a un humilde miembro en un pequeño comité, esa posición también debe magnificarse, y no desmereceremos a sus ojos si de vez en cuando vamos a esos oficiales y les decimos: “Bien hecho; lo han hecho realmente bien y esperamos que hagan muchas, muchas más cosas”, y de ese modo creo que sienten que sería un pecado traicionar esa confianza que hemos puesto en ellos18.

Creo que no sería inapropiado contarles lo que una vez escuché decir al presidente Woodruff19. Para mí, el presidente Wilford Woodruff era tan perfecto como cualquier otro hombre que haya conocido. Cuando yo era niña, él era un hombre pequeño y sin pretensiones que vivía apartado en el campo con una de sus familias, y se me enseñó a reverenciarlo y respetarlo20. No conozco a ningún otro hombre al que se me enseñara a respetar tanto. Fue justo en una etapa de mi vida en la que cedí a esa influencia, y en los años que siguieron le escuché decir, cuando estaba a la cabeza de esta gran organización, que fue tan bendecido siendo un humilde élder de la Iglesia como lo había sido como Presidente21. Para mí eso es un estímulo para la vida, y lo cuento con mucha frecuencia en nuestra organización. No importa qué posición ocupen; procuren entender que, a menos que magnifiquen esa posición, no la ocuparán; de hecho no habrá una posición para ustedes.

Debemos recordarles que, en nuestra organización, nuestra fortaleza y poder se miden en función del apoyo que nosotros le damos como miembros de Mejoramiento Mutuo. En esta gran organización mutual, nuestro poder solo se mide en función de la responsabilidad que asumimos en ella, y así es en toda la Iglesia. El poder y el progreso de la Iglesia se observan en la responsabilidad que los miembros asumen22.

Ahora, mis queridas hermanas, no sé si he fortalecido su fe en cuanto a esto, ni si alguna de mis reflexiones les ha quedado, pero recuerden con todo que somos hijas de Dios y le debemos todo aquello que podamos hacer para servirlo, y que no debería haber una posición —ni una sola— que no merezca nuestros mejores esfuerzos, y si ponemos nuestros mejores esfuerzos en cualquier llamamiento al que seamos llamadas a servir, lo mejor nos será devuelto.

Que Dios bendiga esta obra y bendiga a cada obrero sincero en ella, para que nuestra influencia pueda sentirse a lo largo y ancho de la tierra. Lo pido en el nombre de Jesucristo. Amén.

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Una gran locomotora, En el Púlpito, accessed 28 de marzo de 2024 https://www.churchhistorianspress.org/at-the-pulpit/part-2/chapter-26