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Dediquémonos a cultivarnos

Sociedad de Socorro del Barrio Diecisiete de Salt Lake City

Union Hall, Salt Lake City, Territorio de Utah

18 de febrero de 1869


Cuando era jovencita, Eliza Roxcy Snow (1804–1887) trabajó como secretaria de su padre, quien servía como juez de paz en el condado de Portage, Ohio1. Su temprana exposición a documentos legales y procedimientos parlamentarios la preparó para redactar el borrador de una constitución cuando las mujeres Santos de los Últimos Días de Nauvoo, Illinois, propusieron la creación de un grupo femenino de costura en marzo de 1842. Cuando Snow envió a José Smith la constitución y los estatutos para su aprobación, él elogió sus esfuerzos y a continuación sugirió a las mujeres que, en su lugar, constituyeran una organización oficial de la Iglesia, la cual llegaría a ser la Sociedad de Socorro2. Ella ejerció como secretaria de la Sociedad de Socorro y llevó el libro mayor, el cual contenía las actas, las donaciones y los registros de miembros. En esta responsabilidad, Snow llegó a familiarizarse con los complejos detalles y la amplitud de la labor de las mujeres, de lo cual habló en un discurso veinticinco años después en la Sociedad de Socorro del Barrio Diecisiete de Salt Lake City.

Snow relacionó la fundación de la Sociedad de Socorro de Nauvoo con las nuevas réplicas oficiales de la sociedad en Utah. Llevó consigo el libro de actas de la Sociedad de Socorro de Nauvoo desde Nauvoo hasta Winter Quarters, Nebraska, y luego hasta el Valle del Lago Salado en 18473. En la década de 1850 surgieron en Utah varias sociedades de socorro y beneficencia, aunque no sobrevivieron a la Guerra Civil y la Guerra de Utah. Snow participó mínimamente en estos grupos; al mismo tiempo oficiaba en la Casa de Investiduras, lo cual requería gran parte de su tiempo y su atención4. Cuando Brigham Young hizo el llamado de que se restableciera la Sociedad de Socorro, primero en 1867 y de nuevo en 1868, nombró a Snow para que ayudase a los obispos a organizar sociedades de socorro en cada barrio5. Más adelante ella recordó: “Para mí fue toda una misión, y disfruté mucho llevándola a cabo. Me sentí muy honrada y muy cómoda con quienes me relacionaba”6. Llevaba consigo el libro de actas de la Sociedad de Socorro de Nauvoo cuando viajaba por todo el Territorio de Utah, y lo utilizaba para mostrar a las líderes de la Sociedad de Socorro la manera de levantar actas y seguir procedimientos correctos7.

Con la influencia de la hermana Snow, la Sociedad de Socorro en Utah proporcionó un marco para que las mujeres actuaran, comprendieran su relación con el sacerdocio y con sus homólogos masculinos, y desarrollaran como mujeres el sentido de autoridad espiritual y secular8. En un artículo publicado en dos partes en el periódico Deseret News en abril de 1868, la hermana Snow explicó: “Esta organización no puede existir sin el sacerdocio, por el hecho de que deriva toda su autoridad e influencia de esa fuente”. Explicó que la Sociedad de Socorro “fue organizada siguiendo el modelo de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, con una presidenta que escogía a dos consejeras”9. Ella y otras hermanas que asistían a las reuniones en Nauvoo recordaron más adelante la explicación que dio José Smith en cuanto a las responsabilidades de las mujeres10.

Como parte de la asignación de Snow de ayudar a organizar sociedades de socorro de barrio, y su empeño en explicar las enseñanzas de José Smith a las hermanas, el 18 de febrero de 1869 visitó la Sociedad de Socorro del Barrio Diecisiete, la cual tenía lazos estrechos con la Sociedad de Socorro de Nauvoo11. Entre los asistentes había miembros de la presidencia de la Estaca Salt Lake y varias presidentas y oficiales de otras sociedades de socorro de Salt Lake City12.

Con frecuencia he pensado que, a menos que tuviéramos que hacer más de lo que parecía posible conseguir, no desplegaríamos todo nuestro potencial13.

Para nosotras es una bendición encontrarnos a veces en circunstancias cuyo fin es llevarnos a hacer uso de cada poder y facultad que poseemos. Es cierto que en el momento puede parecer poco deseable, pero tiende a fortalecer y desarrollar nuestras habilidades y a prepararnos para ser de mayor utilidad.

Se nos ha enseñado que cada uno de nosotros en nuestras organizaciones lleva en sí la semilla de toda facultad que se requiere para llegar a ser un dios o una diosa14. Estos pequeñitos en brazos de sus madres tienen el germen de todas las capacidades que nosotras demostramos, ¿y cuál es la diferencia entre ellos y nosotras? Simplemente la falta de desarrollo de ellos, y ese desarrollo requiere cultivación, energía y perseverancia.

La organización de la Sociedad de Socorro Femenina coloca a las hermanas en posición de hacer uso —y por tanto de desarrollar— todas nuestras facultades. De este modo, al hacer el bien a otras personas, nos beneficiamos a nosotras mismas. “Al bendecir, te bendeciré grandemente”15. Y quienes hagan el mayor bien serán los más bendecidos.

Mis hermanas, dediquémonos a cultivarnos para que podamos hacer mucho bien. Somos hijas de nuestro Padre Celestial, y nuestra posición como santos del Altísimo está a la cabeza del mundo.

Tratemos de cumplir con nuestras responsabilidades y de honrar nuestra posición.

Para nosotras, las hermanas, es complicado actuar en una estructura organizada. Nuestros hermanos están acostumbrados a desenvolverse en cuerpos organizados pero nosotras no, y necesitamos una gran dosis del Espíritu y de la sabiduría de Dios para conducirnos. Aunque afrontaremos dificultades, no nos desalentemos nunca, sino sigamos adelante en la senda del deber; y mediante la bendición de Dios y el aliento de nuestros hermanos, superaremos cada obstáculo16. Cuando puedan ver un paso por delante, den ese paso, y no esperen a ver dónde está el siguiente. Si podemos ver un paso no debemos permanecer quietos hasta que podamos ver el camino despejado en la distancia, sino avanzar; y el camino se abrirá ante nosotros, paso a paso. Esto es un principio. Dios requiere que hagamos el esfuerzo, y de este modo prueba nuestra fe y nuestra confianza en Él, y entonces ciertamente extiende Su auxilio. Tenemos un grato ejemplo de este principio aquí, ante nosotras. La hermana Rich informa que el hermano Rich dona a esta sociedad maderos con valor de cincuenta dólares17. Si la sociedad no hubiera dado el paso de prepararse para construir, no habríamos recibido esa generosa donación18.

Esta sociedad ha hecho mucho ya. Dios ha estado con ustedes, mis hermanas, o no habrían podido lograr lo que han logrado; también han tenido la fe y las oraciones de la Primera Presidencia y de su obispo19.

Esta organización es una parte del santo sacerdocio, y tiene la misma relación con el obispo que tenía con José Smith la sociedad que se organizó en Nauvoo; y la idea de una sociedad que actúe en oposición al obispo no solo es inconcebible, sino también una imposibilidad20. En todos sus movimientos, la sociedad actúa conforme a su consejo, y en el momento en que se aparta un paso de esto deja de existir en su orden correcto, y el espíritu de la institución se retira.

Mas en absoluto estoy anticipando que vaya a acontecer algo así. Ustedes tienen una presidenta y consejeras que han aprendido en muchos años de experiencia a respetar y recibir guía de las autoridades que han sido puestas sobre ellas21.

Sin embargo, quiero decirles que tengan cuidado, que actúen con precaución, aunque con empeño.

Siento que debo felicitarles por su éxito; han hecho mucho. Han donado liberalmente y han repartido con igual generosidad22. Confío en que, el año que viene, las necesidades que requieran tomar fondos de su recaudación no sean tan exigentes como en el pasado23.

Y, a propósito, deseo advertir a mis hermanas un poco en cuanto a la compasión: Nuestra compasión, al igual que toda otra emoción, debe ser cultivada. Lo he aprendido por experiencia. Yo no podía creer que una persona procurase caridad a menos que realmente la necesitara, y se me había pedido ayuda muchas veces antes de que me atreviera a cuestionar mi compasión; pero “por lo que padecí aprendí sabiduría”24.

Como sociedad para el socorro de los pobres, es su deber y competencia ser plenamente conscientes de las circunstancias de quienes solicitan su ayuda25. He conocido casos de personas que han recibido caridad cuando tenían guardadas grandes cajas llenas de buenas joyas, etc.26. No vacilen en informarse; quienes verdaderamente estén necesitados no disimularán, ni evitarán que se indague. Ustedes necesitan que la sabiduría de Dios las guíe en estos asuntos, a fin de no privar al menesteroso ni consumir innecesariamente sus fondos.

Cada miembro de la sociedad debe estudiar para saber cuál es su lugar, y cumplir con integridad a fin de honrarse a sí misma, y todas avanzar como una maquinaria perfecta en todas sus partes27. Ninguna se exceda ni en lo más mínimo presione a otras personas. Por ejemplo, les diría a las maestras o al comité visitante que han de visitar a las hermanas que se les han asignado; verificar las circunstancias de aquellas a quienes visitan y dar un informe a las autoridades correspondientes cuya competencia es distribuir o administrar según sea necesario28. Y si este principio se aplica en cada departamento, la sociedad avanzará como un reloj.

Debemos aprender a actuar por principios, no por emociones; a menudo tenemos ocasión de echar el freno a nuestros sentimientos, y con un fuerte dominio de la restricción mantenerlos bajo el debido control, ya que el tentador procurará suscitar celos y envidias por este cauce. Frenen todo sentimiento de esa naturaleza. En ocasiones tal vez pensemos que tal o cual persona no nos ha tratado con el debido respeto, pero recordemos que “es mejor sufrir lo malo que hacer lo malo”29. Actuemos con nobleza, como corresponde a los santos de Dios y a las hijas de Abraham, y tengamos siempre en mente que los más grandes y los más nobles son los más condescendientes.

Esta es una rama, y hay muchas ramas, pero todas ellas constituyen una Sociedad de Socorro Femenina tal como fue organizada por José Smith. Que cada miembro cumpla con su responsabilidad y procure ser honorable a fin de hacer honorable esta sociedad. Seamos humildes y apreciemos el Espíritu de Dios, para que podamos aumentar en sabiduría y conocimiento, y alcancemos la verdadera y noble femineidad, para que podamos convertirnos en lo que en el principio fuimos creadas para ser: una ayuda idónea para nuestros hermanos.

Conforme a las instrucciones que dio el profeta José en el momento en que fue organizada por primera vez, esta sociedad está pensada para ser un apoyo para el obispo y los élderes de Israel. Al ministrar al pobre, ustedes ya han ayudado a su obispo y han aliviado sus preocupaciones, y cada esfuerzo que corresponde a la competencia de una mujer redunda en la Sociedad de Socorro Femenina30.

En un reciente discurso ante la S.S.F. [Sociedad de Socorro Femenina] del Barrio Quince, el presidente Young creó una amplia plataforma y señaló una extensa área —o áreas— de trabajo que pueden parecer demasiado para realizar en esta generación31.

Deseo fervientemente que todas podamos progresar día a día, para que cuando los fieles sean llamados como se nos ha enseñado que lo serán, podamos ser contadas entre ellos.

Mis hermanas, tienen mi bendición, y ruego que podamos recibir gracia para vencer lo malo con lo bueno —tener el poder para resistir toda tentación—, obtener la fe de los que nos precedieron y alcanzar la victoria sobre todas las cosas que se interpongan en nuestro camino al Reino Celestial.

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Dediquémonos a cultivarnos, En el Púlpito, accessed 19 de abril de 2024 https://www.churchhistorianspress.org/at-the-pulpit/part-1/chapter-10